Antes, en la época en que la prensa escrita era lo habitual, y nadie se extrañaba de que hubiera que pagar menos que un café para leer a tus columnistas favoritos, y de paso las noticias, el deporte, la cartelera de cine y las esquelas, se hablaba de las «serpientes de verano» pues como aquella hoy olvidada Nessie del Lago Ness , reaparecían noticias que lo eran todo menos noticias. Y habitualmente repetitivas, como el insufrible y terrible calor durante la canícula… un año más. Últimamente vemos un aumento de lo que comenzó siendo turistofobia, esto es, mirar al forastero que viene a tu pueblo de vacaciones con odio sarraceno (¿se puede decir todavía esta expresión, o ahora los sarracenos vinieron de tranquis en plan ONG?), muy especialmente con los vecinos. Que si los de San Sebastián cabreados con los meaplayas del interior, los de Gerona con los de Barcelona, y así todo con este entusiasmo cainita que nos define.Pero hete aquí que, de un tiempo a esta parte, resulta que solamente hay turistas… ¡de Madrid! Lo que convierte en el apenas poco más del 7% de la población capitalina, en unos viajeros de la leche, capaces de llenar Benidorm, Chiclana, Sangenjo, Palafrugell, Comillas, Nerja, Ribadesella, Maspalomas e Ibiza entera. ¡Y lo que se ponga por delante! Es por eso que no hacemos más que ver quejas ante esa avalancha mayor que en el Día D en Normandía , de madrileños ordinarios diciendo «eggque» y buscando bocatas de calamares por donde vayan. Que aparcan en zonas de mareas bajas porque pa chulo mi pirulo. Que hacen que los pobres naturales de esa zona tengan que subir los precios de los alquileres y de los restoranes porque, claro, ¡qué menos que una contraofensiva ante estos invasores! Gente gritona, maleducada, prepotente, soberbia… ¡Lo peor de Eggpaña! Normal que, por tanto, la citada turistofobia haya devenido en lo que se conoce como « madrileñofobia ». ¡Con razón! O no.Noticia Relacionada Notas del Espía Mayor estandar No Ni Fuentepacheco, ni Torreovejuna Javier Santamarta del Pozo ssssEl jugar a los estereotipos es muy viejo en la Historia. Como esa frase apócrifa de Carlos III de que «ni murcianos ni gitanos quiero en mis ejércitos», que tanta gente repite como gracieta, pero que nada tiene que ver con los habitantes de Murcia, y sí con aquellos proclives a murciar, esto es y según la RAE, a hurtar y robar, que es lo que significa ese germanismo. El uso de palabras despectivas al foráneo es habitual, como la de charnego en Cataluña para el llegado sin orígenes prístinos al pie del Montserrat, que curiosamente parece ser que en origen era referido a los que venían de fuera, sí, ¡pero de Francia! O lo de maqueto en las Vascongadas , aplicado de manera despectiva en su momento a los obreros pobres que venían con su maco o hatillo a la espalda para trabajar en esas prósperas tierras. Y es que no tenemos remedio. Incluso en lugares donde ahora ciertos puretas se ponen a tildar a fodechinchos a aquellos de fuera, entre ellos se desprecian como cuando los vigueses llaman turcos a los de Coruña, y éstos portugueses a los otros.Madrid debe de ser muy grande para poder extender los tentáculos de sus hijos y naturales de dentro de la M-30. Y me fascina comprobar que suelen ser gente que se llama progresista y abiertamente de izquierdas quienes van más tildando de tantos males a los vecinos de Cibeles. Digo fascinante pues con esto lo que van a conseguir es que sus opciones antagónicas se perpetúen con mayorías absolutas. Pues nada más práctico para cerrar filas que te toquen los perendengues poniéndote a parir. Lo bueno es que la gente de Madrid, donde hay de todo, como en todos lados, saben bien que son esos cosmopaletos minoría, y que España entera es un lugar de acogida. Lo sabemos bien los mesetarios. Puedo dar fe. Soy uno de ellos. Y no puedo estar más encantado de seguir yendo a todos esos sitios donde tan pocos braman, y tantísimos me acogen con cariño. A mí. A todos. ¿Verdad? Antes, en la época en que la prensa escrita era lo habitual, y nadie se extrañaba de que hubiera que pagar menos que un café para leer a tus columnistas favoritos, y de paso las noticias, el deporte, la cartelera de cine y las esquelas, se hablaba de las «serpientes de verano» pues como aquella hoy olvidada Nessie del Lago Ness , reaparecían noticias que lo eran todo menos noticias. Y habitualmente repetitivas, como el insufrible y terrible calor durante la canícula… un año más. Últimamente vemos un aumento de lo que comenzó siendo turistofobia, esto es, mirar al forastero que viene a tu pueblo de vacaciones con odio sarraceno (¿se puede decir todavía esta expresión, o ahora los sarracenos vinieron de tranquis en plan ONG?), muy especialmente con los vecinos. Que si los de San Sebastián cabreados con los meaplayas del interior, los de Gerona con los de Barcelona, y así todo con este entusiasmo cainita que nos define.Pero hete aquí que, de un tiempo a esta parte, resulta que solamente hay turistas… ¡de Madrid! Lo que convierte en el apenas poco más del 7% de la población capitalina, en unos viajeros de la leche, capaces de llenar Benidorm, Chiclana, Sangenjo, Palafrugell, Comillas, Nerja, Ribadesella, Maspalomas e Ibiza entera. ¡Y lo que se ponga por delante! Es por eso que no hacemos más que ver quejas ante esa avalancha mayor que en el Día D en Normandía , de madrileños ordinarios diciendo «eggque» y buscando bocatas de calamares por donde vayan. Que aparcan en zonas de mareas bajas porque pa chulo mi pirulo. Que hacen que los pobres naturales de esa zona tengan que subir los precios de los alquileres y de los restoranes porque, claro, ¡qué menos que una contraofensiva ante estos invasores! Gente gritona, maleducada, prepotente, soberbia… ¡Lo peor de Eggpaña! Normal que, por tanto, la citada turistofobia haya devenido en lo que se conoce como « madrileñofobia ». ¡Con razón! O no.Noticia Relacionada Notas del Espía Mayor estandar No Ni Fuentepacheco, ni Torreovejuna Javier Santamarta del Pozo ssssEl jugar a los estereotipos es muy viejo en la Historia. Como esa frase apócrifa de Carlos III de que «ni murcianos ni gitanos quiero en mis ejércitos», que tanta gente repite como gracieta, pero que nada tiene que ver con los habitantes de Murcia, y sí con aquellos proclives a murciar, esto es y según la RAE, a hurtar y robar, que es lo que significa ese germanismo. El uso de palabras despectivas al foráneo es habitual, como la de charnego en Cataluña para el llegado sin orígenes prístinos al pie del Montserrat, que curiosamente parece ser que en origen era referido a los que venían de fuera, sí, ¡pero de Francia! O lo de maqueto en las Vascongadas , aplicado de manera despectiva en su momento a los obreros pobres que venían con su maco o hatillo a la espalda para trabajar en esas prósperas tierras. Y es que no tenemos remedio. Incluso en lugares donde ahora ciertos puretas se ponen a tildar a fodechinchos a aquellos de fuera, entre ellos se desprecian como cuando los vigueses llaman turcos a los de Coruña, y éstos portugueses a los otros.Madrid debe de ser muy grande para poder extender los tentáculos de sus hijos y naturales de dentro de la M-30. Y me fascina comprobar que suelen ser gente que se llama progresista y abiertamente de izquierdas quienes van más tildando de tantos males a los vecinos de Cibeles. Digo fascinante pues con esto lo que van a conseguir es que sus opciones antagónicas se perpetúen con mayorías absolutas. Pues nada más práctico para cerrar filas que te toquen los perendengues poniéndote a parir. Lo bueno es que la gente de Madrid, donde hay de todo, como en todos lados, saben bien que son esos cosmopaletos minoría, y que España entera es un lugar de acogida. Lo sabemos bien los mesetarios. Puedo dar fe. Soy uno de ellos. Y no puedo estar más encantado de seguir yendo a todos esos sitios donde tan pocos braman, y tantísimos me acogen con cariño. A mí. A todos. ¿Verdad? Antes, en la época en que la prensa escrita era lo habitual, y nadie se extrañaba de que hubiera que pagar menos que un café para leer a tus columnistas favoritos, y de paso las noticias, el deporte, la cartelera de cine y las esquelas, se hablaba de las «serpientes de verano» pues como aquella hoy olvidada Nessie del Lago Ness , reaparecían noticias que lo eran todo menos noticias. Y habitualmente repetitivas, como el insufrible y terrible calor durante la canícula… un año más. Últimamente vemos un aumento de lo que comenzó siendo turistofobia, esto es, mirar al forastero que viene a tu pueblo de vacaciones con odio sarraceno (¿se puede decir todavía esta expresión, o ahora los sarracenos vinieron de tranquis en plan ONG?), muy especialmente con los vecinos. Que si los de San Sebastián cabreados con los meaplayas del interior, los de Gerona con los de Barcelona, y así todo con este entusiasmo cainita que nos define.Pero hete aquí que, de un tiempo a esta parte, resulta que solamente hay turistas… ¡de Madrid! Lo que convierte en el apenas poco más del 7% de la población capitalina, en unos viajeros de la leche, capaces de llenar Benidorm, Chiclana, Sangenjo, Palafrugell, Comillas, Nerja, Ribadesella, Maspalomas e Ibiza entera. ¡Y lo que se ponga por delante! Es por eso que no hacemos más que ver quejas ante esa avalancha mayor que en el Día D en Normandía , de madrileños ordinarios diciendo «eggque» y buscando bocatas de calamares por donde vayan. Que aparcan en zonas de mareas bajas porque pa chulo mi pirulo. Que hacen que los pobres naturales de esa zona tengan que subir los precios de los alquileres y de los restoranes porque, claro, ¡qué menos que una contraofensiva ante estos invasores! Gente gritona, maleducada, prepotente, soberbia… ¡Lo peor de Eggpaña! Normal que, por tanto, la citada turistofobia haya devenido en lo que se conoce como « madrileñofobia ». ¡Con razón! O no.Noticia Relacionada Notas del Espía Mayor estandar No Ni Fuentepacheco, ni Torreovejuna Javier Santamarta del Pozo ssssEl jugar a los estereotipos es muy viejo en la Historia. Como esa frase apócrifa de Carlos III de que «ni murcianos ni gitanos quiero en mis ejércitos», que tanta gente repite como gracieta, pero que nada tiene que ver con los habitantes de Murcia, y sí con aquellos proclives a murciar, esto es y según la RAE, a hurtar y robar, que es lo que significa ese germanismo. El uso de palabras despectivas al foráneo es habitual, como la de charnego en Cataluña para el llegado sin orígenes prístinos al pie del Montserrat, que curiosamente parece ser que en origen era referido a los que venían de fuera, sí, ¡pero de Francia! O lo de maqueto en las Vascongadas , aplicado de manera despectiva en su momento a los obreros pobres que venían con su maco o hatillo a la espalda para trabajar en esas prósperas tierras. Y es que no tenemos remedio. Incluso en lugares donde ahora ciertos puretas se ponen a tildar a fodechinchos a aquellos de fuera, entre ellos se desprecian como cuando los vigueses llaman turcos a los de Coruña, y éstos portugueses a los otros.Madrid debe de ser muy grande para poder extender los tentáculos de sus hijos y naturales de dentro de la M-30. Y me fascina comprobar que suelen ser gente que se llama progresista y abiertamente de izquierdas quienes van más tildando de tantos males a los vecinos de Cibeles. Digo fascinante pues con esto lo que van a conseguir es que sus opciones antagónicas se perpetúen con mayorías absolutas. Pues nada más práctico para cerrar filas que te toquen los perendengues poniéndote a parir. Lo bueno es que la gente de Madrid, donde hay de todo, como en todos lados, saben bien que son esos cosmopaletos minoría, y que España entera es un lugar de acogida. Lo sabemos bien los mesetarios. Puedo dar fe. Soy uno de ellos. Y no puedo estar más encantado de seguir yendo a todos esos sitios donde tan pocos braman, y tantísimos me acogen con cariño. A mí. A todos. ¿Verdad? RSS de noticias de cultura
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