<p>Que lo personal es político es, según se mire, una frase hecha, una proclama para lanzarse a la calle o, dado el caso, uno de esos hallazgos diminutos que todo lo iluminan. Cuando Carol Hanisch escribió su ensayo con precisamente ese título, de repente, algo se hizo evidente. Y ese algo tiene que ver con la imposibilidad radical de separar lo que somos de lo que sufrimos. Mi postre favorito es una película profunda y declaradamente íntima. <strong>Toda ella se resuelve en un encuentro entre dos personas mayores solas que, en un momento dado y quizá por accidente, se reconocen.</strong> Y, sin embargo y en verdad, pocas decisiones tan personales se antojan más políticas. Y no solo porque su decisión de estar juntas se produzca contra todas las convenciones sociales, contra todos los tabúes y a pesar de la prohibición expresa de un régimen político que castiga cualquier disidencia por aparentemente nimia que parezca. También, y de forma evidente, es política por su propia existencia como película.</p>
Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha componen un drama sobre la vejez íntimo y personal a la vez que feroz y político
<p>Que lo personal es político es, según se mire, una frase hecha, una proclama para lanzarse a la calle o, dado el caso, uno de esos hallazgos diminutos que todo lo iluminan. Cuando Carol Hanisch escribió su ensayo con precisamente ese título, de repente, algo se hizo evidente. Y ese algo tiene que ver con la imposibilidad radical de separar lo que somos de lo que sufrimos. Mi postre favorito es una película profunda y declaradamente íntima. <strong>Toda ella se resuelve en un encuentro entre dos personas mayores solas que, en un momento dado y quizá por accidente, se reconocen.</strong> Y, sin embargo y en verdad, pocas decisiones tan personales se antojan más políticas. Y no solo porque su decisión de estar juntas se produzca contra todas las convenciones sociales, contra todos los tabúes y a pesar de la prohibición expresa de un régimen político que castiga cualquier disidencia por aparentemente nimia que parezca. También, y de forma evidente, es política por su propia existencia como película.</p>
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