La leyenda y la realidad se funden en la ciudad de Mirni , una población de 30.000 habitantes, situada en la región de Yakutia en Siberia . Hay quien sostiene que una maldición gravita sobre Mirni desde 1957, el año de su fundación, vinculada al descubrimiento de un fabuloso yacimiento de diamantes .La vida del enclave gira, nunca mejor dicho, en torno al inmenso agujero excavado en la tierra. Era una mina a cielo abierto, impulsada por el régimen soviético a mediados de los años 50, cuando los científicos descubrieron la presencia de kimberlita , una roca ígnea volcánica que suele contener diamantes. Las máquinas comenzaron a profundizar y siguieron haciéndolo durante casi 60 años. Cavaron un enorme agujero de 525 metros de profundidad con un diámetro de 1,2 kilómetros, el mayor del mundo no por su profundidad, pero sí por su magnitud. La carretera que permitía descender a los camiones por las paredes del inmenso hoyo tenía ocho kilómetros.El yacimiento sufrió una inundación en 2017 por el agua acumulada en su interior, lo que llevó al cierre definitivo de la explotación, que había dejado de ser rentable a comienzos del nuevo siglo. Fue durante más de tres décadas una de las minas de diamantes más productivas del mundo . Se calcula que se pudieron extraer piedras preciosas por un valor de unos 18.000 millones de dólares hasta comienzos de los años 90. Hoy es un gigantesco agujero , con una ciudad construida al borde de la sima, que puede ser contemplado desde el espacio. Una especie de herida en la tierra que evoca el afán humano por explotar sin ningún límite los recursos del subsuelo.Mirni llegó a tener el doble de habitantes de los que tiene ahora. El éxodo empezó hace 25 años, aunque todavía son visibles las huellas de la antigua prosperidad . Sin cimientos por la imposibilidad de perforar la roca, sus casas fueron edificadas con un elevado nivel de confort. Los salarios eran más altos que en el resto de la Unión Soviética y no existía delincuencia. El gas, el agua y la electricidad eran gratis. Había un gran hotel, un teatro, varias salas de cine, escuelas e instalaciones deportivas. Al empezar las obras de la mina, se construyó un aeropuerto que conectaba los vuelos con Moscú y San Petersburgo .Todo ello compensaba los tres inconvenientes de vivir en Mirni: su aislamiento, dada su ubicación en una región deshabitada y sin comunicaciones con las ciudades más cercanas, sus bajísimas temperaturas en invierno, que llegan a los 50 grados bajo cero en enero, y, por último, el molesto olor a sulfuro de hidrógeno que desprendía la mina.Después del cierre de la explotación, se habló de nuevos proyectos para aprovechar la mina y para rehabilitar Mirni. Se barajó la idea de una ecociudad con cero contaminación y de una gran cúpula para cubrir el agujero. Alrose , la compañía propietaria, realizó un estudio de viabilidad para reabrir la explotación. Pero han pasado ocho años y la idea parece hoy descartada. Mirni languidece.Los salarios eran los más altos de la URSS para compensar su aislamiento y las bajas temperaturas del invierno de hasta -50 ºCNo lo parece a simple vista porque proliferan los vivos colores y los azulejos en sus muros y en sus escaleras, protegidas con alfombras yakutias . Sus habitantes de lamentan de la carestía de los precios, especialmente de la comida y los bienes de primera necesidad, que tienen que ser transportados desde Novosibirsk o Krsnoyarsk a través de una carretera con tramos sin asfaltar.Desde su origen, las leyendas han gravitado sobre la ciudad. Dice la tradición que un geólogo descubrió un diamante al caer un zorro en un socavón. Y también existe el mito de que el agujero se traga a las naves que lo sobrevuelan. Lo cierto es que Mirni es hoy un lugar donde habita el olvido. La leyenda y la realidad se funden en la ciudad de Mirni , una población de 30.000 habitantes, situada en la región de Yakutia en Siberia . Hay quien sostiene que una maldición gravita sobre Mirni desde 1957, el año de su fundación, vinculada al descubrimiento de un fabuloso yacimiento de diamantes .La vida del enclave gira, nunca mejor dicho, en torno al inmenso agujero excavado en la tierra. Era una mina a cielo abierto, impulsada por el régimen soviético a mediados de los años 50, cuando los científicos descubrieron la presencia de kimberlita , una roca ígnea volcánica que suele contener diamantes. Las máquinas comenzaron a profundizar y siguieron haciéndolo durante casi 60 años. Cavaron un enorme agujero de 525 metros de profundidad con un diámetro de 1,2 kilómetros, el mayor del mundo no por su profundidad, pero sí por su magnitud. La carretera que permitía descender a los camiones por las paredes del inmenso hoyo tenía ocho kilómetros.El yacimiento sufrió una inundación en 2017 por el agua acumulada en su interior, lo que llevó al cierre definitivo de la explotación, que había dejado de ser rentable a comienzos del nuevo siglo. Fue durante más de tres décadas una de las minas de diamantes más productivas del mundo . Se calcula que se pudieron extraer piedras preciosas por un valor de unos 18.000 millones de dólares hasta comienzos de los años 90. Hoy es un gigantesco agujero , con una ciudad construida al borde de la sima, que puede ser contemplado desde el espacio. Una especie de herida en la tierra que evoca el afán humano por explotar sin ningún límite los recursos del subsuelo.Mirni llegó a tener el doble de habitantes de los que tiene ahora. El éxodo empezó hace 25 años, aunque todavía son visibles las huellas de la antigua prosperidad . Sin cimientos por la imposibilidad de perforar la roca, sus casas fueron edificadas con un elevado nivel de confort. Los salarios eran más altos que en el resto de la Unión Soviética y no existía delincuencia. El gas, el agua y la electricidad eran gratis. Había un gran hotel, un teatro, varias salas de cine, escuelas e instalaciones deportivas. Al empezar las obras de la mina, se construyó un aeropuerto que conectaba los vuelos con Moscú y San Petersburgo .Todo ello compensaba los tres inconvenientes de vivir en Mirni: su aislamiento, dada su ubicación en una región deshabitada y sin comunicaciones con las ciudades más cercanas, sus bajísimas temperaturas en invierno, que llegan a los 50 grados bajo cero en enero, y, por último, el molesto olor a sulfuro de hidrógeno que desprendía la mina.Después del cierre de la explotación, se habló de nuevos proyectos para aprovechar la mina y para rehabilitar Mirni. Se barajó la idea de una ecociudad con cero contaminación y de una gran cúpula para cubrir el agujero. Alrose , la compañía propietaria, realizó un estudio de viabilidad para reabrir la explotación. Pero han pasado ocho años y la idea parece hoy descartada. Mirni languidece.Los salarios eran los más altos de la URSS para compensar su aislamiento y las bajas temperaturas del invierno de hasta -50 ºCNo lo parece a simple vista porque proliferan los vivos colores y los azulejos en sus muros y en sus escaleras, protegidas con alfombras yakutias . Sus habitantes de lamentan de la carestía de los precios, especialmente de la comida y los bienes de primera necesidad, que tienen que ser transportados desde Novosibirsk o Krsnoyarsk a través de una carretera con tramos sin asfaltar.Desde su origen, las leyendas han gravitado sobre la ciudad. Dice la tradición que un geólogo descubrió un diamante al caer un zorro en un socavón. Y también existe el mito de que el agujero se traga a las naves que lo sobrevuelan. Lo cierto es que Mirni es hoy un lugar donde habita el olvido. La leyenda y la realidad se funden en la ciudad de Mirni , una población de 30.000 habitantes, situada en la región de Yakutia en Siberia . Hay quien sostiene que una maldición gravita sobre Mirni desde 1957, el año de su fundación, vinculada al descubrimiento de un fabuloso yacimiento de diamantes .La vida del enclave gira, nunca mejor dicho, en torno al inmenso agujero excavado en la tierra. Era una mina a cielo abierto, impulsada por el régimen soviético a mediados de los años 50, cuando los científicos descubrieron la presencia de kimberlita , una roca ígnea volcánica que suele contener diamantes. Las máquinas comenzaron a profundizar y siguieron haciéndolo durante casi 60 años. Cavaron un enorme agujero de 525 metros de profundidad con un diámetro de 1,2 kilómetros, el mayor del mundo no por su profundidad, pero sí por su magnitud. La carretera que permitía descender a los camiones por las paredes del inmenso hoyo tenía ocho kilómetros.El yacimiento sufrió una inundación en 2017 por el agua acumulada en su interior, lo que llevó al cierre definitivo de la explotación, que había dejado de ser rentable a comienzos del nuevo siglo. Fue durante más de tres décadas una de las minas de diamantes más productivas del mundo . Se calcula que se pudieron extraer piedras preciosas por un valor de unos 18.000 millones de dólares hasta comienzos de los años 90. Hoy es un gigantesco agujero , con una ciudad construida al borde de la sima, que puede ser contemplado desde el espacio. Una especie de herida en la tierra que evoca el afán humano por explotar sin ningún límite los recursos del subsuelo.Mirni llegó a tener el doble de habitantes de los que tiene ahora. El éxodo empezó hace 25 años, aunque todavía son visibles las huellas de la antigua prosperidad . Sin cimientos por la imposibilidad de perforar la roca, sus casas fueron edificadas con un elevado nivel de confort. Los salarios eran más altos que en el resto de la Unión Soviética y no existía delincuencia. El gas, el agua y la electricidad eran gratis. Había un gran hotel, un teatro, varias salas de cine, escuelas e instalaciones deportivas. Al empezar las obras de la mina, se construyó un aeropuerto que conectaba los vuelos con Moscú y San Petersburgo .Todo ello compensaba los tres inconvenientes de vivir en Mirni: su aislamiento, dada su ubicación en una región deshabitada y sin comunicaciones con las ciudades más cercanas, sus bajísimas temperaturas en invierno, que llegan a los 50 grados bajo cero en enero, y, por último, el molesto olor a sulfuro de hidrógeno que desprendía la mina.Después del cierre de la explotación, se habló de nuevos proyectos para aprovechar la mina y para rehabilitar Mirni. Se barajó la idea de una ecociudad con cero contaminación y de una gran cúpula para cubrir el agujero. Alrose , la compañía propietaria, realizó un estudio de viabilidad para reabrir la explotación. Pero han pasado ocho años y la idea parece hoy descartada. Mirni languidece.Los salarios eran los más altos de la URSS para compensar su aislamiento y las bajas temperaturas del invierno de hasta -50 ºCNo lo parece a simple vista porque proliferan los vivos colores y los azulejos en sus muros y en sus escaleras, protegidas con alfombras yakutias . Sus habitantes de lamentan de la carestía de los precios, especialmente de la comida y los bienes de primera necesidad, que tienen que ser transportados desde Novosibirsk o Krsnoyarsk a través de una carretera con tramos sin asfaltar.Desde su origen, las leyendas han gravitado sobre la ciudad. Dice la tradición que un geólogo descubrió un diamante al caer un zorro en un socavón. Y también existe el mito de que el agujero se traga a las naves que lo sobrevuelan. Lo cierto es que Mirni es hoy un lugar donde habita el olvido. RSS de noticias de cultura
Noticias Similares