Pasan los años y Nacho Duato (Valencia, 1957) sigue siendo el mismo. Genio y figura. No se muerde la lengua, y no hace falta tirarle de ella para, con su voz templada y su cara de no haber roto un plato, escucharle frases como: «No quiero a un político a menos de veinte kilómetros» o «si tenemos un ministro que no sabe nada sobre artes escénicas, poco vamos a hacer. Y si en el Inaem hay gente que tampoco sabe nada…» El coreógrafo valenciano -cuya llegada a la dirección de la Compañía Nacional de Danza (CND) , hace treinta y cinco años, supuso un auténtico revulsivo para la danza en nuestro país- presenta en el Teatro Albéniz de Madrid a su compañía, creada a partir de la escuela que abrió hace algo más de un año en Madrid. La CND (Compañía Nacho Duato) ha tenido que modificar sus siglas por CDND (Compañía de Danza Nacho Duato) por razones obvias. «¿Y qué le voy a hacer si me llamo Nacho Duato?», dice divertido. ‘ Duende ‘, ‘ Gnawa ‘ (que incluye un fragmento de ‘Mediterrania’, uno de sus primeros trabajos), ‘ Liberté ‘ (un paso a dos extraído de ‘Rassemblement’) y una nueva creación, ‘ Cantus ‘, con música de Karl Jenkins, componen el programa. «Ésta es una coreografía dedicada a los niños de la guerra -explica el coreógrafo-. He pensado en Gaza, que es un tremendo genocidio… Pero es una reflexión sobre la guerra a través de la poesía que supone la danza».Asegura Nacho Duato que no ha perdido el entusiasmo. «Cuando has hecho tanto y llevas tantos años, trabajar con una compañía así, joven, te da mucha energía -dice-. Es muy bonito, son todos maravillosos; entrañables, educados, trabajadores… Y es un milagro haber podido levantar esta compañía en poco más de un año. Ahora los bailarines no se quieren ir, pero tienen que hacerlo; ésta es una compañía que se nutre de un taller, y el año que viene entran ocho bailarines nuevos. Eso, por un lado, estimula, pero por otro me obliga a estar constantemente enseñándoles».Rusia e IsraelEl coreógrafo valenciano compagina su trabajo con su compañía con la dirección artística del Ballet del Teatro Mikhailovsky de Moscú , al que regresó en 2019 -estuvo allí de 2011 a 2014- después de un período en el Staatsballett de Berlín . En Rusia, asegura, puede montar grandes ballets que en su compañía no tiene ocasión. «Una de las cosas más bonitas que me han pasado en mi vida es haberme ido a Rusia. No sería la misma persona si no hubiese pasado estos quince años que llevo allí. Ha supuesto conocer otro idioma, otra cultura, conocer la danza de verdad; el respeto al coreógrafo y al bailarín, trabajar con bailarines como Zajárova, Malakhov, Vorontsova, Prisca Zeisel… ¡Es muy ilusionante! No sé si soy una buena persona o no, pero sí sé que soy mejor persona y que me ha abierto una parte del cerebro que no había abierto. Decía Descartes: ‘Eres tantas personas como idiomas hablas’. Y es así. Cuando hablo ruso cambio incluso la voz. Enriquece muchísimo conocer un país y meterse en su cultura; te ayuda a tomar distancia, a no mirarse el ombligo y a estar con los pies en la tierra».La invasión de Ucrania y la guerra han cambiado esa idílica situación. «Están siendo años difíciles para mí -confiesa Nacho Duato-; en Estados Unidos, por ejemplo, no me llaman, me han cancelado. Me va mejor en Europa, en Francia o en Italia, pero me llaman menos y soy consciente de que se me ha criticado mucho. Pero yo no podía dejarlo porque son mis bailarines. Y a mí ellos me dicen: cada vez que vienes nos das oxígeno porque vienes de fuera y te abres. Los rusos, me dicen, son homófobos, y cuando estoy yo el ambiente, en este sentido, se relaja. No solo entre los bailarines gays, sino que viene un público más joven y más distendido».Imagen de ‘Cantus’ Fernando Marcos«Yo no estoy con un fusil -sigue-; si me dijeran que la guerra se acabaría si yo dejara de dirigir el ballet, lo dejaría, claro. Pero no es así, y hay que mantener la belleza dentro del horror. La misión de un coreógrafo es crear belleza». Hace poco, cuenta Duato, estrenó una pieza en Tel Aviv. «No quise ir, pero hablé con los bailarines por Skype y les dije que les regalaba la coreografía. Estoy en contra de Israel y de lo que creo que es un genocidio, pero me pidieron un ballet y se lo di… Pero gratis ».Como gratis, dice, montó sus coreografías durante su etapa al frente de la Compañía Nacional de Danza. « La gente se cree que me forraba, pero para nada », se defiende. Y aunque asegura que ya se ha olvidado del Ministerio de Cultura, su ‘empresa’ en aquellos años -«me da igual», asegura-, no guarda mucha simpatía hacia sus responsables. ¿La razón? Los obstáculos que, dice, le ponen. «¿Usted cree que no me hayan querido dejar el vestuario, que está tirado en un almacén? [de las coreografías que estrenó la CND y ahora repone con su compañía]. Lo tengo que alquilar; tengo que ir a recogerlo a un almacén, llevármelo, devolverlo lavado, y volver a alquilarlo para la próxima actuación. Eso cuesta muchísimo. Y pasa lo mismo con un telón, que he pedido que me vendieran, y no quieren a pesar de que está en un depósito, a merced de las ratas».Noticia Relacionada estandar No Bailar, lo que se dice bailar, poco Julio Bravo Muriel Romero estrena ‘#INCUBATIO Circumambulatio’, su primera coreografía como directora de la Compañía Nacional de DanzaPero claro, concluye, «es lo que pasa cuando pones al frente del Ministerio de Cultura a un economista que no sabe lo que es un bailarín, un músico, un cantante; nuestros requerimientos, lo que queremos, lo que necesitamos… A Muriel Romero [la directora de la Compañía Nacional de Danza] le dije cuando hablé con ella que no sabía si darle el pésame a ella o a los bailarines; a ellos porque a los pobres los llevan de un lado a otro cada cinco años, y a ella porque no sabe dónde se mete, con un ministerio cada vez más burocratizado». Pasan los años y Nacho Duato (Valencia, 1957) sigue siendo el mismo. Genio y figura. No se muerde la lengua, y no hace falta tirarle de ella para, con su voz templada y su cara de no haber roto un plato, escucharle frases como: «No quiero a un político a menos de veinte kilómetros» o «si tenemos un ministro que no sabe nada sobre artes escénicas, poco vamos a hacer. Y si en el Inaem hay gente que tampoco sabe nada…» El coreógrafo valenciano -cuya llegada a la dirección de la Compañía Nacional de Danza (CND) , hace treinta y cinco años, supuso un auténtico revulsivo para la danza en nuestro país- presenta en el Teatro Albéniz de Madrid a su compañía, creada a partir de la escuela que abrió hace algo más de un año en Madrid. La CND (Compañía Nacho Duato) ha tenido que modificar sus siglas por CDND (Compañía de Danza Nacho Duato) por razones obvias. «¿Y qué le voy a hacer si me llamo Nacho Duato?», dice divertido. ‘ Duende ‘, ‘ Gnawa ‘ (que incluye un fragmento de ‘Mediterrania’, uno de sus primeros trabajos), ‘ Liberté ‘ (un paso a dos extraído de ‘Rassemblement’) y una nueva creación, ‘ Cantus ‘, con música de Karl Jenkins, componen el programa. «Ésta es una coreografía dedicada a los niños de la guerra -explica el coreógrafo-. He pensado en Gaza, que es un tremendo genocidio… Pero es una reflexión sobre la guerra a través de la poesía que supone la danza».Asegura Nacho Duato que no ha perdido el entusiasmo. «Cuando has hecho tanto y llevas tantos años, trabajar con una compañía así, joven, te da mucha energía -dice-. Es muy bonito, son todos maravillosos; entrañables, educados, trabajadores… Y es un milagro haber podido levantar esta compañía en poco más de un año. Ahora los bailarines no se quieren ir, pero tienen que hacerlo; ésta es una compañía que se nutre de un taller, y el año que viene entran ocho bailarines nuevos. Eso, por un lado, estimula, pero por otro me obliga a estar constantemente enseñándoles».Rusia e IsraelEl coreógrafo valenciano compagina su trabajo con su compañía con la dirección artística del Ballet del Teatro Mikhailovsky de Moscú , al que regresó en 2019 -estuvo allí de 2011 a 2014- después de un período en el Staatsballett de Berlín . En Rusia, asegura, puede montar grandes ballets que en su compañía no tiene ocasión. «Una de las cosas más bonitas que me han pasado en mi vida es haberme ido a Rusia. No sería la misma persona si no hubiese pasado estos quince años que llevo allí. Ha supuesto conocer otro idioma, otra cultura, conocer la danza de verdad; el respeto al coreógrafo y al bailarín, trabajar con bailarines como Zajárova, Malakhov, Vorontsova, Prisca Zeisel… ¡Es muy ilusionante! No sé si soy una buena persona o no, pero sí sé que soy mejor persona y que me ha abierto una parte del cerebro que no había abierto. Decía Descartes: ‘Eres tantas personas como idiomas hablas’. Y es así. Cuando hablo ruso cambio incluso la voz. Enriquece muchísimo conocer un país y meterse en su cultura; te ayuda a tomar distancia, a no mirarse el ombligo y a estar con los pies en la tierra».La invasión de Ucrania y la guerra han cambiado esa idílica situación. «Están siendo años difíciles para mí -confiesa Nacho Duato-; en Estados Unidos, por ejemplo, no me llaman, me han cancelado. Me va mejor en Europa, en Francia o en Italia, pero me llaman menos y soy consciente de que se me ha criticado mucho. Pero yo no podía dejarlo porque son mis bailarines. Y a mí ellos me dicen: cada vez que vienes nos das oxígeno porque vienes de fuera y te abres. Los rusos, me dicen, son homófobos, y cuando estoy yo el ambiente, en este sentido, se relaja. No solo entre los bailarines gays, sino que viene un público más joven y más distendido».Imagen de ‘Cantus’ Fernando Marcos«Yo no estoy con un fusil -sigue-; si me dijeran que la guerra se acabaría si yo dejara de dirigir el ballet, lo dejaría, claro. Pero no es así, y hay que mantener la belleza dentro del horror. La misión de un coreógrafo es crear belleza». Hace poco, cuenta Duato, estrenó una pieza en Tel Aviv. «No quise ir, pero hablé con los bailarines por Skype y les dije que les regalaba la coreografía. Estoy en contra de Israel y de lo que creo que es un genocidio, pero me pidieron un ballet y se lo di… Pero gratis ».Como gratis, dice, montó sus coreografías durante su etapa al frente de la Compañía Nacional de Danza. « La gente se cree que me forraba, pero para nada », se defiende. Y aunque asegura que ya se ha olvidado del Ministerio de Cultura, su ‘empresa’ en aquellos años -«me da igual», asegura-, no guarda mucha simpatía hacia sus responsables. ¿La razón? Los obstáculos que, dice, le ponen. «¿Usted cree que no me hayan querido dejar el vestuario, que está tirado en un almacén? [de las coreografías que estrenó la CND y ahora repone con su compañía]. Lo tengo que alquilar; tengo que ir a recogerlo a un almacén, llevármelo, devolverlo lavado, y volver a alquilarlo para la próxima actuación. Eso cuesta muchísimo. Y pasa lo mismo con un telón, que he pedido que me vendieran, y no quieren a pesar de que está en un depósito, a merced de las ratas».Noticia Relacionada estandar No Bailar, lo que se dice bailar, poco Julio Bravo Muriel Romero estrena ‘#INCUBATIO Circumambulatio’, su primera coreografía como directora de la Compañía Nacional de DanzaPero claro, concluye, «es lo que pasa cuando pones al frente del Ministerio de Cultura a un economista que no sabe lo que es un bailarín, un músico, un cantante; nuestros requerimientos, lo que queremos, lo que necesitamos… A Muriel Romero [la directora de la Compañía Nacional de Danza] le dije cuando hablé con ella que no sabía si darle el pésame a ella o a los bailarines; a ellos porque a los pobres los llevan de un lado a otro cada cinco años, y a ella porque no sabe dónde se mete, con un ministerio cada vez más burocratizado». Pasan los años y Nacho Duato (Valencia, 1957) sigue siendo el mismo. Genio y figura. No se muerde la lengua, y no hace falta tirarle de ella para, con su voz templada y su cara de no haber roto un plato, escucharle frases como: «No quiero a un político a menos de veinte kilómetros» o «si tenemos un ministro que no sabe nada sobre artes escénicas, poco vamos a hacer. Y si en el Inaem hay gente que tampoco sabe nada…» El coreógrafo valenciano -cuya llegada a la dirección de la Compañía Nacional de Danza (CND) , hace treinta y cinco años, supuso un auténtico revulsivo para la danza en nuestro país- presenta en el Teatro Albéniz de Madrid a su compañía, creada a partir de la escuela que abrió hace algo más de un año en Madrid. La CND (Compañía Nacho Duato) ha tenido que modificar sus siglas por CDND (Compañía de Danza Nacho Duato) por razones obvias. «¿Y qué le voy a hacer si me llamo Nacho Duato?», dice divertido. ‘ Duende ‘, ‘ Gnawa ‘ (que incluye un fragmento de ‘Mediterrania’, uno de sus primeros trabajos), ‘ Liberté ‘ (un paso a dos extraído de ‘Rassemblement’) y una nueva creación, ‘ Cantus ‘, con música de Karl Jenkins, componen el programa. «Ésta es una coreografía dedicada a los niños de la guerra -explica el coreógrafo-. He pensado en Gaza, que es un tremendo genocidio… Pero es una reflexión sobre la guerra a través de la poesía que supone la danza».Asegura Nacho Duato que no ha perdido el entusiasmo. «Cuando has hecho tanto y llevas tantos años, trabajar con una compañía así, joven, te da mucha energía -dice-. Es muy bonito, son todos maravillosos; entrañables, educados, trabajadores… Y es un milagro haber podido levantar esta compañía en poco más de un año. Ahora los bailarines no se quieren ir, pero tienen que hacerlo; ésta es una compañía que se nutre de un taller, y el año que viene entran ocho bailarines nuevos. Eso, por un lado, estimula, pero por otro me obliga a estar constantemente enseñándoles».Rusia e IsraelEl coreógrafo valenciano compagina su trabajo con su compañía con la dirección artística del Ballet del Teatro Mikhailovsky de Moscú , al que regresó en 2019 -estuvo allí de 2011 a 2014- después de un período en el Staatsballett de Berlín . En Rusia, asegura, puede montar grandes ballets que en su compañía no tiene ocasión. «Una de las cosas más bonitas que me han pasado en mi vida es haberme ido a Rusia. No sería la misma persona si no hubiese pasado estos quince años que llevo allí. Ha supuesto conocer otro idioma, otra cultura, conocer la danza de verdad; el respeto al coreógrafo y al bailarín, trabajar con bailarines como Zajárova, Malakhov, Vorontsova, Prisca Zeisel… ¡Es muy ilusionante! No sé si soy una buena persona o no, pero sí sé que soy mejor persona y que me ha abierto una parte del cerebro que no había abierto. Decía Descartes: ‘Eres tantas personas como idiomas hablas’. Y es así. Cuando hablo ruso cambio incluso la voz. Enriquece muchísimo conocer un país y meterse en su cultura; te ayuda a tomar distancia, a no mirarse el ombligo y a estar con los pies en la tierra».La invasión de Ucrania y la guerra han cambiado esa idílica situación. «Están siendo años difíciles para mí -confiesa Nacho Duato-; en Estados Unidos, por ejemplo, no me llaman, me han cancelado. Me va mejor en Europa, en Francia o en Italia, pero me llaman menos y soy consciente de que se me ha criticado mucho. Pero yo no podía dejarlo porque son mis bailarines. Y a mí ellos me dicen: cada vez que vienes nos das oxígeno porque vienes de fuera y te abres. Los rusos, me dicen, son homófobos, y cuando estoy yo el ambiente, en este sentido, se relaja. No solo entre los bailarines gays, sino que viene un público más joven y más distendido».Imagen de ‘Cantus’ Fernando Marcos«Yo no estoy con un fusil -sigue-; si me dijeran que la guerra se acabaría si yo dejara de dirigir el ballet, lo dejaría, claro. Pero no es así, y hay que mantener la belleza dentro del horror. La misión de un coreógrafo es crear belleza». Hace poco, cuenta Duato, estrenó una pieza en Tel Aviv. «No quise ir, pero hablé con los bailarines por Skype y les dije que les regalaba la coreografía. Estoy en contra de Israel y de lo que creo que es un genocidio, pero me pidieron un ballet y se lo di… Pero gratis ».Como gratis, dice, montó sus coreografías durante su etapa al frente de la Compañía Nacional de Danza. « La gente se cree que me forraba, pero para nada », se defiende. Y aunque asegura que ya se ha olvidado del Ministerio de Cultura, su ‘empresa’ en aquellos años -«me da igual», asegura-, no guarda mucha simpatía hacia sus responsables. ¿La razón? Los obstáculos que, dice, le ponen. «¿Usted cree que no me hayan querido dejar el vestuario, que está tirado en un almacén? [de las coreografías que estrenó la CND y ahora repone con su compañía]. Lo tengo que alquilar; tengo que ir a recogerlo a un almacén, llevármelo, devolverlo lavado, y volver a alquilarlo para la próxima actuación. Eso cuesta muchísimo. Y pasa lo mismo con un telón, que he pedido que me vendieran, y no quieren a pesar de que está en un depósito, a merced de las ratas».Noticia Relacionada estandar No Bailar, lo que se dice bailar, poco Julio Bravo Muriel Romero estrena ‘#INCUBATIO Circumambulatio’, su primera coreografía como directora de la Compañía Nacional de DanzaPero claro, concluye, «es lo que pasa cuando pones al frente del Ministerio de Cultura a un economista que no sabe lo que es un bailarín, un músico, un cantante; nuestros requerimientos, lo que queremos, lo que necesitamos… A Muriel Romero [la directora de la Compañía Nacional de Danza] le dije cuando hablé con ella que no sabía si darle el pésame a ella o a los bailarines; a ellos porque a los pobres los llevan de un lado a otro cada cinco años, y a ella porque no sabe dónde se mete, con un ministerio cada vez más burocratizado». RSS de noticias de cultura
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