Cuando la noche había engullido al impresionante teatro Waldbühne en mitad del bosque berlinés como en un sueño profundo y lejano de las averías del mundo, hubo un detalle que ilustró bien a Neil Young, más que, como un gran músico, como un chamán invocando las fuerzas sobrenaturales de una energía alternativa en vías de extinción, pero aún no apagada, llamada rock and roll. La cuerda de su guitarra se rompió en la trastornada interpretación de ‘Rockin’ in the Free World’ y Young, con ese sonrisa descompuesta a mitad de camino entre la tierra y el cielo, se quedó mirando en trance esa cuerda con tanta intensidad y durante tanto tiempo que pareciese poseído por algo que no tiene nombre. Él y su banda estaban prendiendo fuego a las estrellas con sus guitarras salvajes durante los más de diez minutos de uno de los himnos más emblemáticos del rock contracultural y la cuerda rota bailaba sobre el mástil desesperada y frenética. Young la miraba y se movía en semicírculos, acompañando su danza, sin dejar de estrujar el sonido como si fuera el día del juicio final.
El músico propone todo un viaje espiritual y catártico dentro de su condición de leyenda en vida durante su última gira
Cuando la noche había engullido al impresionante teatro Waldbühne en mitad del bosque berlinés como en un sueño profundo y lejano de las averías del mundo, hubo un detalle que ilustró bien a Neil Young, más que, como un gran músico, como un chamán invocando las fuerzas sobrenaturales de una energía alternativa en vías de extinción, pero aún no apagada, llamada rock and roll. La cuerda de su guitarra se rompió en la trastornada interpretación de ‘Rockin’ in the Free World’ y Young, con ese sonrisa descompuesta a mitad de camino entre la tierra y el cielo, se quedó mirando en trance esa cuerda con tanta intensidad y durante tanto tiempo que pareciese poseído por algo que no tiene nombre. Él y su banda estaban prendiendo fuego a las estrellas con sus guitarras salvajes durante los más de diez minutos de uno de los himnos más emblemáticos del rock contracultural y la cuerda rota bailaba sobre el mástil desesperada y frenética. Young la miraba y se movía en semicírculos, acompañando su danza, sin dejar de estrujar el sonido como si fuera el día del juicio final.
Feed MRSS-S Noticias