Desde los tiempos del primer arcoíris, hace 30 años ya, los Mundiales han sido para el ciclismo español el escenario de algunos triunfos apoteósicos y, inevitablemente, de tremendos psicodramas y lágrimas entre las figuras de la selección, y alimento de morbo para la afición. Lo de Indurain y Olano en 1995 fue el inicio de una obra teatral que no alcanzó mayor apogeo que con la extendida en el tiempo tensión entre Alejandro Valverde y Óscar Freire, los dos mejores mundialistas nacidos en España. El cántabro (1999-2001-2004) es uno de los solo cinco ciclistas que en la historia han ganado tres arcoíris —Alfredo Binda, en la entreguerra; Rick van Steenbergen y Eddy Merckx, en la posguerra; Peter Sagan, ya en el siglo XXI, son los otros cuatro—; el murciano, junto a su Mundial de 2018 en Innsbruck, ha subido otras seis veces al podio. Y como si fueran dos personajes condenados a estar siempre en lados opuestos de una trinchera imaginaria, los piques e incomprensiones entre ambos, nacidos ya en 2003 cuando Igor Astarloa se proclamó campeón del mundo en Hamilton con Valverde, un niño entonces, segundo, y Freire noveno, vuelven a reproducirse en la tercera década del siglo, cuando ambos cracks ya son dos cuarentones aún en busca de un acomodo en el firmamento ciclístico nacional.
Los nombres de los dos mejores mundialistas del ciclismo español se unen de nuevo en la pugna por el cargo de seleccionador nacional
Desde los tiempos del primer arcoíris, hace 30 años ya, los Mundiales han sido para el ciclismo español el escenario de algunos triunfos apoteósicos y, inevitablemente, de tremendos psicodramas y lágrimas entre las figuras de la selección, y alimento de morbo para la afición. Lo de Indurain y Olano en 1995 fue el inicio de una obra teatral que no alcanzó mayor apogeo que con la extendida en el tiempo tensión entre Alejandro Valverde y Óscar Freire, los dos mejores mundialistas nacidos en España. El cántabro (1999-2001-2004) es uno de los solo cinco ciclistas que en la historia han ganado tres arcoíris —Alfredo Binda, en la entreguerra; Rick van Steenbergen y Eddy Merckx, en la posguerra; Peter Sagan, ya en el siglo XXI, son los otros cuatro—; el murciano, junto a su Mundial de 2018 en Innsbruck, ha subido otras seis veces al podio. Y como si fueran dos personajes condenados a estar siempre en lados opuestos de una trinchera imaginaria, los piques e incomprensiones entre ambos, nacidos ya en 2003 cuando Igor Astarloa se proclamó campeón del mundo en Hamilton con Valverde, un niño entonces, segundo, y Freire noveno, vuelven a reproducirse en la tercera década del siglo, cuando ambos cracks ya son dos cuarentones aún en busca de un acomodo en el firmamento ciclístico nacional.
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