<p>Ver y escuchar a <strong>Sarah Lancashire </strong>es siempre hipnótico. En <i>Palomas negras</i>, la protagonista de <i>Happy Valley </i>y <i>Julia sale poco</i>, pero cuando sale la serie se eleva varios niveles. Porque, seamos serios, esta producción de Netflix es, en muchos aspectos, <strong>muy mejorable</strong>. Pero lo que <i>Palomas negras </i>hace bien, lo hace muy bien. Su guion es una colección de imposibilidades, pero también una clase magistral en la asignatura televisiva más difícil: enganchar al espectador.</p>
La premisa es atractiva, el ritmo es el propio de una final olímpica, el elenco es lujoso… Y el guion es chapucero, pero más o menos se perdona todo.
<p>Ver y escuchar a <strong>Sarah Lancashire </strong>es siempre hipnótico. En <i>Palomas negras</i>, la protagonista de <i>Happy Valley </i>y <i>Julia sale poco</i>, pero cuando sale la serie se eleva varios niveles. Porque, seamos serios, esta producción de Netflix es, en muchos aspectos, <strong>muy mejorable</strong>. Pero lo que <i>Palomas negras </i>hace bien, lo hace muy bien. Su guion es una colección de imposibilidades, pero también una clase magistral en la asignatura televisiva más difícil: enganchar al espectador.</p>
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