Dicen los clásicos que la Historia es maestra de la vida. Creo que fue Cicerón el que soltara el latinajo del Magister Vitae y tal, pero el caso es que cada vez que uno lee más sobre Historia, y como Espía Mayor estoy más que obligado, y con placer, a ello, más te das cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol, como dijo otro que tampoco recuerdo bien. Pero, quién no recuerda la historia de un rey castellano que pasó al imaginario colectivo por culpa de un francés cuando, enredado en lucha fratricida cuerpo a cuerpo (al final lo del cainismo patrio va a resultar cierto), acabó perdiendo la pelea a navajazos (bueno, a dagas, que en aquel momento era como más fino), porque el galo que parecía que hacía de árbitro les empujara para rodar como croquetas cambiando el estado de la situación (y de los contendientes), con la archiconocida frase de «ni quito ni pongo rey, pero ayudó a mi señor». Que es la excusa de los cagapoquitos que van de balandrones, pero son más taimados que culebra en el desierto. Del resto de la historia de este Pedro, apenas nos ha llegado su remoquete: el Cruel. Aunque otros le llamaron el Justiciero.Pedro y Pedro¿Qué tiene que ver este Juego de Tronos medieval hispano que me haya recordado al presente? La analogía nominal es evidente, pues en cuanto hayan leído «Pedro» , no creo que hayan pensado en Penélope Cruz gritando, o comenzado a tararear la tonada de Rubén Blades. Sí. ¡Fijo que han pensado en nuestro otrora lozano presidente del consejo de ministras, ministros y ministres! Y no es que mi rememoración haya venido por el mote con que pasara a la Historia el susodicho rey, sino por cómo se parecen las cosas que ambos, con unos cuantos siglos de diferencia, llevan a cabo. Porque nuestro Pedro de ahora se ha dedicado a mantener ciertos aforamientos, como hiciera el castellano monarca con los procuradores. A cambiar de opinión y de aliados, y usarlos a todos, ora de la Corona de Aragón, ora haciendo las paces con los benimerines, quiero decir, con catalanes y los nuevos amigos de Marruecos. A quitar de en medio a quienes quisieran medrar a costa suya, tras haber sido él mismo el medrador. Sin temblarle el pulso para darle boleta al que le pudiera hacer sombra o ya no fuera necesario para sus planes. Y en ser, además, ambos dos, hombres profundamente enamorados.Pasando a la HistoriaAmigos y enemigos han acabado teniendo los dos Pedros: el de entonces y el de ahora, y la leyenda de la crueldad del primero fue llevada a novelas, poemas y epigramas, y tuvieron que ser descendientes suyos, como los llamados Isabel la Católica y Felipe el Prudente, quienes, la primera dijera que ya está bien de llamarle cruel al pobre Trastámara antecesor suyo; el segundo, que debiera de conocérsele por «el Justo». No sé cómo pasará y será recordado en el futuro Pedro Sánchez , él, tan preocupado con qué dirá la Historia de su persona. Pero me temo que, viendo cómo aumenta el gusto por la fruta en la España que (des)gobierna, ¡mucho van a tener que cambiar las cosas para que alguien le cambie el sobrenombre con que acabe tildado! Porque, además, el del «el Guapo», me temo que ya lo ha perdido irremediablemente. Dicen los clásicos que la Historia es maestra de la vida. Creo que fue Cicerón el que soltara el latinajo del Magister Vitae y tal, pero el caso es que cada vez que uno lee más sobre Historia, y como Espía Mayor estoy más que obligado, y con placer, a ello, más te das cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol, como dijo otro que tampoco recuerdo bien. Pero, quién no recuerda la historia de un rey castellano que pasó al imaginario colectivo por culpa de un francés cuando, enredado en lucha fratricida cuerpo a cuerpo (al final lo del cainismo patrio va a resultar cierto), acabó perdiendo la pelea a navajazos (bueno, a dagas, que en aquel momento era como más fino), porque el galo que parecía que hacía de árbitro les empujara para rodar como croquetas cambiando el estado de la situación (y de los contendientes), con la archiconocida frase de «ni quito ni pongo rey, pero ayudó a mi señor». Que es la excusa de los cagapoquitos que van de balandrones, pero son más taimados que culebra en el desierto. Del resto de la historia de este Pedro, apenas nos ha llegado su remoquete: el Cruel. Aunque otros le llamaron el Justiciero.Pedro y Pedro¿Qué tiene que ver este Juego de Tronos medieval hispano que me haya recordado al presente? La analogía nominal es evidente, pues en cuanto hayan leído «Pedro» , no creo que hayan pensado en Penélope Cruz gritando, o comenzado a tararear la tonada de Rubén Blades. Sí. ¡Fijo que han pensado en nuestro otrora lozano presidente del consejo de ministras, ministros y ministres! Y no es que mi rememoración haya venido por el mote con que pasara a la Historia el susodicho rey, sino por cómo se parecen las cosas que ambos, con unos cuantos siglos de diferencia, llevan a cabo. Porque nuestro Pedro de ahora se ha dedicado a mantener ciertos aforamientos, como hiciera el castellano monarca con los procuradores. A cambiar de opinión y de aliados, y usarlos a todos, ora de la Corona de Aragón, ora haciendo las paces con los benimerines, quiero decir, con catalanes y los nuevos amigos de Marruecos. A quitar de en medio a quienes quisieran medrar a costa suya, tras haber sido él mismo el medrador. Sin temblarle el pulso para darle boleta al que le pudiera hacer sombra o ya no fuera necesario para sus planes. Y en ser, además, ambos dos, hombres profundamente enamorados.Pasando a la HistoriaAmigos y enemigos han acabado teniendo los dos Pedros: el de entonces y el de ahora, y la leyenda de la crueldad del primero fue llevada a novelas, poemas y epigramas, y tuvieron que ser descendientes suyos, como los llamados Isabel la Católica y Felipe el Prudente, quienes, la primera dijera que ya está bien de llamarle cruel al pobre Trastámara antecesor suyo; el segundo, que debiera de conocérsele por «el Justo». No sé cómo pasará y será recordado en el futuro Pedro Sánchez , él, tan preocupado con qué dirá la Historia de su persona. Pero me temo que, viendo cómo aumenta el gusto por la fruta en la España que (des)gobierna, ¡mucho van a tener que cambiar las cosas para que alguien le cambie el sobrenombre con que acabe tildado! Porque, además, el del «el Guapo», me temo que ya lo ha perdido irremediablemente. Dicen los clásicos que la Historia es maestra de la vida. Creo que fue Cicerón el que soltara el latinajo del Magister Vitae y tal, pero el caso es que cada vez que uno lee más sobre Historia, y como Espía Mayor estoy más que obligado, y con placer, a ello, más te das cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol, como dijo otro que tampoco recuerdo bien. Pero, quién no recuerda la historia de un rey castellano que pasó al imaginario colectivo por culpa de un francés cuando, enredado en lucha fratricida cuerpo a cuerpo (al final lo del cainismo patrio va a resultar cierto), acabó perdiendo la pelea a navajazos (bueno, a dagas, que en aquel momento era como más fino), porque el galo que parecía que hacía de árbitro les empujara para rodar como croquetas cambiando el estado de la situación (y de los contendientes), con la archiconocida frase de «ni quito ni pongo rey, pero ayudó a mi señor». Que es la excusa de los cagapoquitos que van de balandrones, pero son más taimados que culebra en el desierto. Del resto de la historia de este Pedro, apenas nos ha llegado su remoquete: el Cruel. Aunque otros le llamaron el Justiciero.Pedro y Pedro¿Qué tiene que ver este Juego de Tronos medieval hispano que me haya recordado al presente? La analogía nominal es evidente, pues en cuanto hayan leído «Pedro» , no creo que hayan pensado en Penélope Cruz gritando, o comenzado a tararear la tonada de Rubén Blades. Sí. ¡Fijo que han pensado en nuestro otrora lozano presidente del consejo de ministras, ministros y ministres! Y no es que mi rememoración haya venido por el mote con que pasara a la Historia el susodicho rey, sino por cómo se parecen las cosas que ambos, con unos cuantos siglos de diferencia, llevan a cabo. Porque nuestro Pedro de ahora se ha dedicado a mantener ciertos aforamientos, como hiciera el castellano monarca con los procuradores. A cambiar de opinión y de aliados, y usarlos a todos, ora de la Corona de Aragón, ora haciendo las paces con los benimerines, quiero decir, con catalanes y los nuevos amigos de Marruecos. A quitar de en medio a quienes quisieran medrar a costa suya, tras haber sido él mismo el medrador. Sin temblarle el pulso para darle boleta al que le pudiera hacer sombra o ya no fuera necesario para sus planes. Y en ser, además, ambos dos, hombres profundamente enamorados.Pasando a la HistoriaAmigos y enemigos han acabado teniendo los dos Pedros: el de entonces y el de ahora, y la leyenda de la crueldad del primero fue llevada a novelas, poemas y epigramas, y tuvieron que ser descendientes suyos, como los llamados Isabel la Católica y Felipe el Prudente, quienes, la primera dijera que ya está bien de llamarle cruel al pobre Trastámara antecesor suyo; el segundo, que debiera de conocérsele por «el Justo». No sé cómo pasará y será recordado en el futuro Pedro Sánchez , él, tan preocupado con qué dirá la Historia de su persona. Pero me temo que, viendo cómo aumenta el gusto por la fruta en la España que (des)gobierna, ¡mucho van a tener que cambiar las cosas para que alguien le cambie el sobrenombre con que acabe tildado! Porque, además, el del «el Guapo», me temo que ya lo ha perdido irremediablemente. RSS de noticias de cultura
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