<p>El cuarto Tour no fue el más asombroso. Será recordado como el de la madurez, quizá como el Tour en el que <strong>Tadej Pogacar</strong> que tocó techo, en rendimiento pero también en ilusión. Nadie con 26 años había conquistado cuatro veces la <i>Grande Boucle</i>, a ninguno de los que alguna vez lo hicieron (<strong>Anquetil, Merckx, Hinault, Indurain y Froome</strong>) se le comprobó tampoco tan sorprendentemente hastiado. El nuevo Pogacar no ataca para ganar las tres últimas etapas seguidas, como en 2024. El nuevo Pogacar se conforma con vigilar de cerca a su inseparable <strong>Jonas Vingegaard</strong>. También con superar con una veteranía impropia las adversidades: ni le inmutó la pérdida temprana de su mejor gregario (<strong>Joao Almeida</strong>) ni los impactos de su propia caída en Toulouse.</p>
El esloveno, a sus 26 años, iguala a Froome y acecha a los dioses de la Grande Boucle. Su aparente hastío en la última semana deja dudas para el futuro.
<p>El cuarto Tour no fue el más asombroso. Será recordado como el de la madurez, quizá como el Tour en el que <strong>Tadej Pogacar</strong> que tocó techo, en rendimiento pero también en ilusión. Nadie con 26 años había conquistado cuatro veces la <i>Grande Boucle</i>, a ninguno de los que alguna vez lo hicieron (<strong>Anquetil, Merckx, Hinault, Indurain y Froome</strong>) se le comprobó tampoco tan sorprendentemente hastiado. El nuevo Pogacar no ataca para ganar las tres últimas etapas seguidas, como en 2024. El nuevo Pogacar se conforma con vigilar de cerca a su inseparable <strong>Jonas Vingegaard</strong>. También con superar con una veteranía impropia las adversidades: ni le inmutó la pérdida temprana de su mejor gregario (<strong>Joao Almeida</strong>) ni los impactos de su propia caída en Toulouse.</p>
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