Empezó el encuentro con luz y acabó haciéndose de noche, pero la luz no se fue en todo el partido. La luz se llamaba Jesús Navas, y diciembre quiso regalarle la última Luna llena del año. Estaba allí arriba, como una moneda refulgente y rotunda; una moneda a punto de encajar en la alcancía del Sánchez Pizjuán.La astronomía conoce a esta última Luna como Luna Fría. Hacía frío en el Sánchez Pizjuán anoche, pero a la vez todo resultaba cálido como un rescoldo. Jesús, el niño duende, era ayer puro duende lorquiano, como la misma Luna, que también tenía resabio de poema. Con su cuerpo plateado, parecía como vestida de noche, acicalada para homenajear a su poeta. La luna pudo detenerse al fin, escribió Lorca, como colofón de Poeta en Nueva York. Anoche, el sevillismo rendía homenaje a su poeta más callado. Poeta en Nervión.La moneda de la Luna encajó en el Sánchez Pizjuán, y fue como esa moneda que se paga al barquero para cruzar el Estigia, tras el que las almas reciben descanso eterno. Navas aún no se va, pero sus botas dejarán de correr por el césped que lo convirtió en leyenda viva. Por eso, al ser sustituido en el segundo tiempo, quiso besarlo, arrodillado en el medio campo. Es su suelo sagrado, el templo de su vida, la razón de su fe y de sus sueños. Durante la vuelta de homenaje tras el partido, volvió a besar el suelo, esta vez junto al córner donde quedó para siempre atrapada el alma de su compañero Antonio Puerta; fue, realmente, como si le besara en la mejilla. Pura poesía, de poeta grande, de los que apenas necesitan palabras para llegar al corazón.Fue difícil contener las lágrimas en muchos momentos del encuentro. La electricidad de Nervión, ese singular clima que no se puede explicar -solo puede entenderlo quien lo haya vivido-, y que tantas veces ha llevado en volandas al equipo hasta el triunfo, estaba muy presente ayer desde el comienzo del partido. Tanto en el paseíllo inicial, rematado por los grandes trofeos del palaciego, como en el momento de la sustitución o, finalmente, en el homenaje pospartido, resultaba muy difícil encontrar a algún aficionado que no tuviera los ojos humedecidos. Los había que, como el mismo Navas, se entregaban al llanto sin contención. El día 30 se le homenajeará por todo lo alto en el estadio, pero los que ayer asistimos a la despedida de Navas tuvimos la sensación de estar viviendo algo verdaderamente histórico. Algo que podremos contar a nuestros nietos. En general, podremos contarles que tuvimos la suerte de ver jugar a don Jesús Navas.En una semana, llegará la Navidad, la fiesta del niño Jesús. Una fiesta que empieza y acaba con una llamada a la alegría: de la Lotería del Gordo a la Lotería del Niño. El día de la Lotería del Gordo, Jesús Navas se despedirá definitivamente como jugador del Sevilla en el Santiago Bernabéu. Sería todo un premio y una alegría que nuestro duende pudiera colgar la camiseta con un triunfo ante el Real Madrid. Pero al Sevilla hace ya mucho tiempo que le tocó el Gordo con el Niño. Con el Niño Jesús Navas. Con el poeta de Nervión.El partido de ayer contra el Celta fue un partido de poesía. De poesía chabacana, fea, muy olvidable, en el primer tiempo. Pero de poesía simbólica, a lo Rimbaud, en el segundo. Tres canteranos llamados a jugar de titulares fueron sancionados y obligados a ver el partido en la grada. Otros tres futbolistas del filial se vieron obligados a jugar por las circunstancias. El único recurso en ataque del Sevilla, echar balones a Lukebakio -sí, tan rudimentario y pobre como suena-, ayer no funcionaba, porque el belga parecía tener la pistola encasquillada. Pero hubo un canterano, Manu Bueno, que decidió tirar de fe. A la tercera fue la vencida. Manu Bueno y Jesús Navas fueron sustituidos en el mismo minuto. Y observarlos juntos en el banquillo era como presenciar una acuarela. Su título: orgullo de cantera.Orgullo de cantera. Orgullo de Nervión. Orgullo de poeta que ha escrito, sin palabras, la mejor historia del Sevilla F.C. A sus pies, don Jesús. Empezó el encuentro con luz y acabó haciéndose de noche, pero la luz no se fue en todo el partido. La luz se llamaba Jesús Navas, y diciembre quiso regalarle la última Luna llena del año. Estaba allí arriba, como una moneda refulgente y rotunda; una moneda a punto de encajar en la alcancía del Sánchez Pizjuán.La astronomía conoce a esta última Luna como Luna Fría. Hacía frío en el Sánchez Pizjuán anoche, pero a la vez todo resultaba cálido como un rescoldo. Jesús, el niño duende, era ayer puro duende lorquiano, como la misma Luna, que también tenía resabio de poema. Con su cuerpo plateado, parecía como vestida de noche, acicalada para homenajear a su poeta. La luna pudo detenerse al fin, escribió Lorca, como colofón de Poeta en Nueva York. Anoche, el sevillismo rendía homenaje a su poeta más callado. Poeta en Nervión.La moneda de la Luna encajó en el Sánchez Pizjuán, y fue como esa moneda que se paga al barquero para cruzar el Estigia, tras el que las almas reciben descanso eterno. Navas aún no se va, pero sus botas dejarán de correr por el césped que lo convirtió en leyenda viva. Por eso, al ser sustituido en el segundo tiempo, quiso besarlo, arrodillado en el medio campo. Es su suelo sagrado, el templo de su vida, la razón de su fe y de sus sueños. Durante la vuelta de homenaje tras el partido, volvió a besar el suelo, esta vez junto al córner donde quedó para siempre atrapada el alma de su compañero Antonio Puerta; fue, realmente, como si le besara en la mejilla. Pura poesía, de poeta grande, de los que apenas necesitan palabras para llegar al corazón.Fue difícil contener las lágrimas en muchos momentos del encuentro. La electricidad de Nervión, ese singular clima que no se puede explicar -solo puede entenderlo quien lo haya vivido-, y que tantas veces ha llevado en volandas al equipo hasta el triunfo, estaba muy presente ayer desde el comienzo del partido. Tanto en el paseíllo inicial, rematado por los grandes trofeos del palaciego, como en el momento de la sustitución o, finalmente, en el homenaje pospartido, resultaba muy difícil encontrar a algún aficionado que no tuviera los ojos humedecidos. Los había que, como el mismo Navas, se entregaban al llanto sin contención. El día 30 se le homenajeará por todo lo alto en el estadio, pero los que ayer asistimos a la despedida de Navas tuvimos la sensación de estar viviendo algo verdaderamente histórico. Algo que podremos contar a nuestros nietos. En general, podremos contarles que tuvimos la suerte de ver jugar a don Jesús Navas.En una semana, llegará la Navidad, la fiesta del niño Jesús. Una fiesta que empieza y acaba con una llamada a la alegría: de la Lotería del Gordo a la Lotería del Niño. El día de la Lotería del Gordo, Jesús Navas se despedirá definitivamente como jugador del Sevilla en el Santiago Bernabéu. Sería todo un premio y una alegría que nuestro duende pudiera colgar la camiseta con un triunfo ante el Real Madrid. Pero al Sevilla hace ya mucho tiempo que le tocó el Gordo con el Niño. Con el Niño Jesús Navas. Con el poeta de Nervión.El partido de ayer contra el Celta fue un partido de poesía. De poesía chabacana, fea, muy olvidable, en el primer tiempo. Pero de poesía simbólica, a lo Rimbaud, en el segundo. Tres canteranos llamados a jugar de titulares fueron sancionados y obligados a ver el partido en la grada. Otros tres futbolistas del filial se vieron obligados a jugar por las circunstancias. El único recurso en ataque del Sevilla, echar balones a Lukebakio -sí, tan rudimentario y pobre como suena-, ayer no funcionaba, porque el belga parecía tener la pistola encasquillada. Pero hubo un canterano, Manu Bueno, que decidió tirar de fe. A la tercera fue la vencida. Manu Bueno y Jesús Navas fueron sustituidos en el mismo minuto. Y observarlos juntos en el banquillo era como presenciar una acuarela. Su título: orgullo de cantera.Orgullo de cantera. Orgullo de Nervión. Orgullo de poeta que ha escrito, sin palabras, la mejor historia del Sevilla F.C. A sus pies, don Jesús. Empezó el encuentro con luz y acabó haciéndose de noche, pero la luz no se fue en todo el partido. La luz se llamaba Jesús Navas, y diciembre quiso regalarle la última Luna llena del año. Estaba allí arriba, como una moneda refulgente y rotunda; una moneda a punto de encajar en la alcancía del Sánchez Pizjuán.La astronomía conoce a esta última Luna como Luna Fría. Hacía frío en el Sánchez Pizjuán anoche, pero a la vez todo resultaba cálido como un rescoldo. Jesús, el niño duende, era ayer puro duende lorquiano, como la misma Luna, que también tenía resabio de poema. Con su cuerpo plateado, parecía como vestida de noche, acicalada para homenajear a su poeta. La luna pudo detenerse al fin, escribió Lorca, como colofón de Poeta en Nueva York. Anoche, el sevillismo rendía homenaje a su poeta más callado. Poeta en Nervión.La moneda de la Luna encajó en el Sánchez Pizjuán, y fue como esa moneda que se paga al barquero para cruzar el Estigia, tras el que las almas reciben descanso eterno. Navas aún no se va, pero sus botas dejarán de correr por el césped que lo convirtió en leyenda viva. Por eso, al ser sustituido en el segundo tiempo, quiso besarlo, arrodillado en el medio campo. Es su suelo sagrado, el templo de su vida, la razón de su fe y de sus sueños. Durante la vuelta de homenaje tras el partido, volvió a besar el suelo, esta vez junto al córner donde quedó para siempre atrapada el alma de su compañero Antonio Puerta; fue, realmente, como si le besara en la mejilla. Pura poesía, de poeta grande, de los que apenas necesitan palabras para llegar al corazón.Fue difícil contener las lágrimas en muchos momentos del encuentro. La electricidad de Nervión, ese singular clima que no se puede explicar -solo puede entenderlo quien lo haya vivido-, y que tantas veces ha llevado en volandas al equipo hasta el triunfo, estaba muy presente ayer desde el comienzo del partido. Tanto en el paseíllo inicial, rematado por los grandes trofeos del palaciego, como en el momento de la sustitución o, finalmente, en el homenaje pospartido, resultaba muy difícil encontrar a algún aficionado que no tuviera los ojos humedecidos. Los había que, como el mismo Navas, se entregaban al llanto sin contención. El día 30 se le homenajeará por todo lo alto en el estadio, pero los que ayer asistimos a la despedida de Navas tuvimos la sensación de estar viviendo algo verdaderamente histórico. Algo que podremos contar a nuestros nietos. En general, podremos contarles que tuvimos la suerte de ver jugar a don Jesús Navas.En una semana, llegará la Navidad, la fiesta del niño Jesús. Una fiesta que empieza y acaba con una llamada a la alegría: de la Lotería del Gordo a la Lotería del Niño. El día de la Lotería del Gordo, Jesús Navas se despedirá definitivamente como jugador del Sevilla en el Santiago Bernabéu. Sería todo un premio y una alegría que nuestro duende pudiera colgar la camiseta con un triunfo ante el Real Madrid. Pero al Sevilla hace ya mucho tiempo que le tocó el Gordo con el Niño. Con el Niño Jesús Navas. Con el poeta de Nervión.El partido de ayer contra el Celta fue un partido de poesía. De poesía chabacana, fea, muy olvidable, en el primer tiempo. Pero de poesía simbólica, a lo Rimbaud, en el segundo. Tres canteranos llamados a jugar de titulares fueron sancionados y obligados a ver el partido en la grada. Otros tres futbolistas del filial se vieron obligados a jugar por las circunstancias. El único recurso en ataque del Sevilla, echar balones a Lukebakio -sí, tan rudimentario y pobre como suena-, ayer no funcionaba, porque el belga parecía tener la pistola encasquillada. Pero hubo un canterano, Manu Bueno, que decidió tirar de fe. A la tercera fue la vencida. Manu Bueno y Jesús Navas fueron sustituidos en el mismo minuto. Y observarlos juntos en el banquillo era como presenciar una acuarela. Su título: orgullo de cantera.Orgullo de cantera. Orgullo de Nervión. Orgullo de poeta que ha escrito, sin palabras, la mejor historia del Sevilla F.C. A sus pies, don Jesús. RSS de noticias de deportes
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