No importa lo completas que sean o lo preparadas que vayan, incluso las top mundiales están aferradas a rituales o anhelan ciertas habilidades de otras jugadoras. Y es que detrás de cada golpe perfecto hay algo de envidia profesional, al igual que detrás de cada saque imparable hay una superstición.Esta claro que las mejores del mundo tienen las mejores habilidades y los perfiles más completos, pero incluso ellas admiten que hay características que las harían más imparables. «Me gustaría tener la volea de Roger Federer y también me gustaría tener las habilidades físicas de Carlos Alcaraz», admite la joven tenista rusa Mirra Andreeva. Por otro lado, la italiana Paolini no deja caer ningún nombre pero confiesa que «me encantaría servir más rápido». «Obviamente, me gustaría tener la rapidez de Iga o de Coco. Yo soy una jugadora más grande, más fuerte y más explosiva, pero quizá en la movilidad no me muevo tan rápido como ellas, que son más bajitas y más ágiles. Un poco más de su agilidad para poder llegar a las bolas cómo llegan ellas con mi potencia creo que sería perfecto», reconoce Paula Badosa sin pensarlo mucho.Alexandra Eala coincide con Badosa: «Hablando de Iga, amo su intensidad y su velocidad de pies. Creo que es algo que podría mejorar, observar y tratar de emular en mi juego». Y añade: «El servicio de Sabalenka es increíble, aunque creo que es algo que le sale de forma natural a ella más que a otras jugadoras».Por otro lado, aunque dicen no ser muy supersticiosas, repiten costumbres o rituales que les funcionaron en otros partidos. «Depende de como me sienta, hay días que me tengo que sentar en la silla izquierda de la torre porque siento que voy a jugar mejor. O tengo que poner mi botella de agua de cierta manera o elegir la misma bola con la que gane el punto anterior… Son pequeños pensamientos que me vienen a la cabeza, aunque trato de no prestarles atención», señala Andreeva.En la misma línea, Paolini declara no tener supersticiones, pero sí costumbres: «Solo tengo una rutina con mi entrenador. Hablamos del partido, y luego le choco los cinco antes de entrar a la pista. Son cosas normales». Por último, Eala asegura que huye de las supersticiones «porque siento que eso no es beneficioso. He tenido supersticiones antes y no es realmente bueno. Diría que soy más de un tipo de rutina al calentar. Trato de realizar buenos ejercicios de movilidad, tomando todas mis bebidas y mis suplementos».En un deporte donde los detalles marcan la diferencia, las jugadoras no solo se preparan físicamente, sino que también observan, aprenden y admiran a sus rivales. Incluso al más alto nivel, el crecimiento profesional se alimenta del respeto hacia quien está al otro lado de la red. No importa lo completas que sean o lo preparadas que vayan, incluso las top mundiales están aferradas a rituales o anhelan ciertas habilidades de otras jugadoras. Y es que detrás de cada golpe perfecto hay algo de envidia profesional, al igual que detrás de cada saque imparable hay una superstición.Esta claro que las mejores del mundo tienen las mejores habilidades y los perfiles más completos, pero incluso ellas admiten que hay características que las harían más imparables. «Me gustaría tener la volea de Roger Federer y también me gustaría tener las habilidades físicas de Carlos Alcaraz», admite la joven tenista rusa Mirra Andreeva. Por otro lado, la italiana Paolini no deja caer ningún nombre pero confiesa que «me encantaría servir más rápido». «Obviamente, me gustaría tener la rapidez de Iga o de Coco. Yo soy una jugadora más grande, más fuerte y más explosiva, pero quizá en la movilidad no me muevo tan rápido como ellas, que son más bajitas y más ágiles. Un poco más de su agilidad para poder llegar a las bolas cómo llegan ellas con mi potencia creo que sería perfecto», reconoce Paula Badosa sin pensarlo mucho.Alexandra Eala coincide con Badosa: «Hablando de Iga, amo su intensidad y su velocidad de pies. Creo que es algo que podría mejorar, observar y tratar de emular en mi juego». Y añade: «El servicio de Sabalenka es increíble, aunque creo que es algo que le sale de forma natural a ella más que a otras jugadoras».Por otro lado, aunque dicen no ser muy supersticiosas, repiten costumbres o rituales que les funcionaron en otros partidos. «Depende de como me sienta, hay días que me tengo que sentar en la silla izquierda de la torre porque siento que voy a jugar mejor. O tengo que poner mi botella de agua de cierta manera o elegir la misma bola con la que gane el punto anterior… Son pequeños pensamientos que me vienen a la cabeza, aunque trato de no prestarles atención», señala Andreeva.En la misma línea, Paolini declara no tener supersticiones, pero sí costumbres: «Solo tengo una rutina con mi entrenador. Hablamos del partido, y luego le choco los cinco antes de entrar a la pista. Son cosas normales». Por último, Eala asegura que huye de las supersticiones «porque siento que eso no es beneficioso. He tenido supersticiones antes y no es realmente bueno. Diría que soy más de un tipo de rutina al calentar. Trato de realizar buenos ejercicios de movilidad, tomando todas mis bebidas y mis suplementos».En un deporte donde los detalles marcan la diferencia, las jugadoras no solo se preparan físicamente, sino que también observan, aprenden y admiran a sus rivales. Incluso al más alto nivel, el crecimiento profesional se alimenta del respeto hacia quien está al otro lado de la red. No importa lo completas que sean o lo preparadas que vayan, incluso las top mundiales están aferradas a rituales o anhelan ciertas habilidades de otras jugadoras. Y es que detrás de cada golpe perfecto hay algo de envidia profesional, al igual que detrás de cada saque imparable hay una superstición.Esta claro que las mejores del mundo tienen las mejores habilidades y los perfiles más completos, pero incluso ellas admiten que hay características que las harían más imparables. «Me gustaría tener la volea de Roger Federer y también me gustaría tener las habilidades físicas de Carlos Alcaraz», admite la joven tenista rusa Mirra Andreeva. Por otro lado, la italiana Paolini no deja caer ningún nombre pero confiesa que «me encantaría servir más rápido». «Obviamente, me gustaría tener la rapidez de Iga o de Coco. Yo soy una jugadora más grande, más fuerte y más explosiva, pero quizá en la movilidad no me muevo tan rápido como ellas, que son más bajitas y más ágiles. Un poco más de su agilidad para poder llegar a las bolas cómo llegan ellas con mi potencia creo que sería perfecto», reconoce Paula Badosa sin pensarlo mucho.Alexandra Eala coincide con Badosa: «Hablando de Iga, amo su intensidad y su velocidad de pies. Creo que es algo que podría mejorar, observar y tratar de emular en mi juego». Y añade: «El servicio de Sabalenka es increíble, aunque creo que es algo que le sale de forma natural a ella más que a otras jugadoras».Por otro lado, aunque dicen no ser muy supersticiosas, repiten costumbres o rituales que les funcionaron en otros partidos. «Depende de como me sienta, hay días que me tengo que sentar en la silla izquierda de la torre porque siento que voy a jugar mejor. O tengo que poner mi botella de agua de cierta manera o elegir la misma bola con la que gane el punto anterior… Son pequeños pensamientos que me vienen a la cabeza, aunque trato de no prestarles atención», señala Andreeva.En la misma línea, Paolini declara no tener supersticiones, pero sí costumbres: «Solo tengo una rutina con mi entrenador. Hablamos del partido, y luego le choco los cinco antes de entrar a la pista. Son cosas normales». Por último, Eala asegura que huye de las supersticiones «porque siento que eso no es beneficioso. He tenido supersticiones antes y no es realmente bueno. Diría que soy más de un tipo de rutina al calentar. Trato de realizar buenos ejercicios de movilidad, tomando todas mis bebidas y mis suplementos».En un deporte donde los detalles marcan la diferencia, las jugadoras no solo se preparan físicamente, sino que también observan, aprenden y admiran a sus rivales. Incluso al más alto nivel, el crecimiento profesional se alimenta del respeto hacia quien está al otro lado de la red. RSS de noticias de deportes
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