No hay que ser muy entendido en la materia para intuir que decisiones como el traslado de la sede a Barcelona o la venta de la filial británica del Sabadell llevan una finalidad, en la práctica, tan explícita como contraria a la aceptación de la opa lanzada por el BBVA. Máxime cuando los ingresos derivados de la desinversión en Reino Unido se convertirán en un dividendo extraordinario a repartir única y exclusivamente entre los accionistas que rechacen la oferta del banco de Carlos Torres. Lo cierto es que para muchos observadores la opa del BBVA sobre el Sabadell ha estado repleta de anomalías, que van desde un Gobierno torpedeando la operación por exigencia de los socios nacionalistas o la puesta en marcha de una consulta pública, general y prospectiva (palabras ambas muy trajinadas por La Moncloa) para buscarle tres pies al gato del BBVA, enmendándole la plana a Defensa de la Competencia, retorciendo la norma y ridiculizando el mandato del Banco Central Europeo de crear gigantes europeos. Resulta que los mismos trujamanes que sueñan con la consolidación europea en sectores como las Telecomunicaciones, con gigantes continentales a sabiendas de que es muy difícil y pudiera aún no ser el momento -atentos hay que estar, eso sí-, se ponen exquisitos en un sector tan crítico como la Banca argumentando que la fusión supondría un peligro para los particulares y el manoseado interés general. Sería interesante en este punto saber qué tiene que decir Torres como presidente del BBVA zancadilleado por el Gobierno para crear una compañía más grande en Europa, y al mismo tiempo espoleado como uno de los accionistas de referencia de Telefónica clamando por fusiones en el Viejo Continente. Es el ‘delirium tremens’ monclovita.El caso es que el Real Decreto 1066 de 2007 establece en su interesante artículo 28, una amplia batería de limitaciones para los órganos de administración y dirección de las empresas opadas en España. En general, todas aquellas que pudieran modificar el valor y distribuir dividendos extraordinarios, que diluirían el interés de la operación. Ahora bien, la norma tiene una puerta trasera, que es condicionarlo todo a la aprobación en junta de accionistas. Y es por eso por lo que esta vez la CNMV ha levantado la mano, no vaya a parecer lo que es, y exige al Sabadell que celebre no una junta sino dos el mismo día. La primera para autorizar la venta de la filial británica TSB y la segunda para dar luz verde a un dividendo extraordinario por lo ingresado, premio que solo verían los accionistas que frenaran la opa.En el imaginario de los más mayores, por cierto, recuerdos de épocas pasadas que invitan a un cierto ‘déjà vu’ entorno a otra de las mayores operaciones corporativas en otro sector estratégico allá por 2006 como arranque: el eléctrico, con Endesa como protagonista –presidida entonces por Manuel Pizarro, amigo personal del expresidente popular José María Aznar, y acusado directamente por el Gobierno de Rodríguez Zapatero de hacer lo indecible por hacer fracasar la opa inicial de Gas Natural con la excusa de que encubría una operación política destinada a pagar favores al ‘tripartito’ y a favorecer al empresariado catalán en perjuicio del resto de España, ¿les suena, pues?– y el entonces presidente de la CNMV Manuel Conthe, como coprotagonista, al que la ‘bromita’ de tanto intervencionismo e interés político le costó el cargo. «El problema no es quién quiere influir en la CNMV, sino que la CNMV se dejara influir», Conthe sic. Dicho queda.Cabe preguntarse por qué todos esos movimientos que se hacen ahora desde la cúpula directiva del banco vallesano no se han hecho antes, si como dicen no están dirigidos exclusivamente a torpedear la opa. De fondo, es la obligación de pasividad reconvertida por el separatismo catalán en una nueva rama de Psicología corporativa, derivada en un comportamiento pasivo agresivo. Al fin y al cabo están en juego las carreras de opadores y opados y no es fácil canalizar la ira y la frustración cuando se ponen en riesgo bonus multimillonarios y hasta el sentimiento patriótico de cada cual. Lógico, a bote pronto, es.Y ojo, todo esto al margen de si una está de acuerdo o no con la operación ‘no amistosa’, que eso para servidora es otro cantar… hoy no toca. Como tampoco toca ya los posibles errores de bulto que algunos observadores del mercado dicen que ha cometido el propio Torres, como el de haber lanzado una estrategia de posicionamiento público que parece tan atropellada e improvisada como excesivamente personalista. Es un error –arguyen–, porque la opa si es buena no lo es porque lo sea para él, sino para la entidad y sus accionistas. Una sensación más de tantas.El caso es que julio y agosto van a ser solo el comienzo de un largo y cálido verano para muchos , con la ironía de que puede frustrarse una concentración para dar lugar a otra mucho mayor, que sería vete tú a saber si la del Santander/BBVA, ya con otros protagonistas y toda vez que el banco cántabro ha adelantado al vasco por la derecha con una oferta astronómica sobre TSB, que no solo da liquidez al Sabadell, sino que debilita a su rival sistémico y lanza un guiño a Moncloa, pudiendo resultar definitivo para el fracaso de la estrategia de los de Torres.El presidente de BBVA, por cierto, no creo que sea de los que suelten la presa así como así, caiga quien caiga y sean cuales sean las condiciones definitivas, y habrá asumido que es su dentadura la que va fijada a dicha presa y que quizás un golpe de fortuna en el tablero de la política cambie las tornas más pronto que tarde. Por si acaso, ampliando espectro, ya hay algunos que han pisado el acelerador de las operaciones corporativas y mientras revisan sus blindajes por lo que pueda pasar han dado orden de no entrar en modo vacaciones y aprovechar el letargo de mediados de julio y agosto para intentar cerrar lo que de otra manera hubiera quedado para la reválida de septiembre. Y es que el tiempo es oro, y más para sectores estratégicos como la Defensa , la Comunicación o la Energía. Las secretarías generales están en ‘DefCom 1’ –ya saben, alerta máxima, en jerga militar–, con aviso de consejos extraordinarios a la vista y orden de amarrar como sea a los independientes, que estos calores hacen que algunos vocales puedan olvidar quién les paga y para qué. Atentos. Si parpadean se lo pierden. No hay que ser muy entendido en la materia para intuir que decisiones como el traslado de la sede a Barcelona o la venta de la filial británica del Sabadell llevan una finalidad, en la práctica, tan explícita como contraria a la aceptación de la opa lanzada por el BBVA. Máxime cuando los ingresos derivados de la desinversión en Reino Unido se convertirán en un dividendo extraordinario a repartir única y exclusivamente entre los accionistas que rechacen la oferta del banco de Carlos Torres. Lo cierto es que para muchos observadores la opa del BBVA sobre el Sabadell ha estado repleta de anomalías, que van desde un Gobierno torpedeando la operación por exigencia de los socios nacionalistas o la puesta en marcha de una consulta pública, general y prospectiva (palabras ambas muy trajinadas por La Moncloa) para buscarle tres pies al gato del BBVA, enmendándole la plana a Defensa de la Competencia, retorciendo la norma y ridiculizando el mandato del Banco Central Europeo de crear gigantes europeos. Resulta que los mismos trujamanes que sueñan con la consolidación europea en sectores como las Telecomunicaciones, con gigantes continentales a sabiendas de que es muy difícil y pudiera aún no ser el momento -atentos hay que estar, eso sí-, se ponen exquisitos en un sector tan crítico como la Banca argumentando que la fusión supondría un peligro para los particulares y el manoseado interés general. Sería interesante en este punto saber qué tiene que decir Torres como presidente del BBVA zancadilleado por el Gobierno para crear una compañía más grande en Europa, y al mismo tiempo espoleado como uno de los accionistas de referencia de Telefónica clamando por fusiones en el Viejo Continente. Es el ‘delirium tremens’ monclovita.El caso es que el Real Decreto 1066 de 2007 establece en su interesante artículo 28, una amplia batería de limitaciones para los órganos de administración y dirección de las empresas opadas en España. En general, todas aquellas que pudieran modificar el valor y distribuir dividendos extraordinarios, que diluirían el interés de la operación. Ahora bien, la norma tiene una puerta trasera, que es condicionarlo todo a la aprobación en junta de accionistas. Y es por eso por lo que esta vez la CNMV ha levantado la mano, no vaya a parecer lo que es, y exige al Sabadell que celebre no una junta sino dos el mismo día. La primera para autorizar la venta de la filial británica TSB y la segunda para dar luz verde a un dividendo extraordinario por lo ingresado, premio que solo verían los accionistas que frenaran la opa.En el imaginario de los más mayores, por cierto, recuerdos de épocas pasadas que invitan a un cierto ‘déjà vu’ entorno a otra de las mayores operaciones corporativas en otro sector estratégico allá por 2006 como arranque: el eléctrico, con Endesa como protagonista –presidida entonces por Manuel Pizarro, amigo personal del expresidente popular José María Aznar, y acusado directamente por el Gobierno de Rodríguez Zapatero de hacer lo indecible por hacer fracasar la opa inicial de Gas Natural con la excusa de que encubría una operación política destinada a pagar favores al ‘tripartito’ y a favorecer al empresariado catalán en perjuicio del resto de España, ¿les suena, pues?– y el entonces presidente de la CNMV Manuel Conthe, como coprotagonista, al que la ‘bromita’ de tanto intervencionismo e interés político le costó el cargo. «El problema no es quién quiere influir en la CNMV, sino que la CNMV se dejara influir», Conthe sic. Dicho queda.Cabe preguntarse por qué todos esos movimientos que se hacen ahora desde la cúpula directiva del banco vallesano no se han hecho antes, si como dicen no están dirigidos exclusivamente a torpedear la opa. De fondo, es la obligación de pasividad reconvertida por el separatismo catalán en una nueva rama de Psicología corporativa, derivada en un comportamiento pasivo agresivo. Al fin y al cabo están en juego las carreras de opadores y opados y no es fácil canalizar la ira y la frustración cuando se ponen en riesgo bonus multimillonarios y hasta el sentimiento patriótico de cada cual. Lógico, a bote pronto, es.Y ojo, todo esto al margen de si una está de acuerdo o no con la operación ‘no amistosa’, que eso para servidora es otro cantar… hoy no toca. Como tampoco toca ya los posibles errores de bulto que algunos observadores del mercado dicen que ha cometido el propio Torres, como el de haber lanzado una estrategia de posicionamiento público que parece tan atropellada e improvisada como excesivamente personalista. Es un error –arguyen–, porque la opa si es buena no lo es porque lo sea para él, sino para la entidad y sus accionistas. Una sensación más de tantas.El caso es que julio y agosto van a ser solo el comienzo de un largo y cálido verano para muchos , con la ironía de que puede frustrarse una concentración para dar lugar a otra mucho mayor, que sería vete tú a saber si la del Santander/BBVA, ya con otros protagonistas y toda vez que el banco cántabro ha adelantado al vasco por la derecha con una oferta astronómica sobre TSB, que no solo da liquidez al Sabadell, sino que debilita a su rival sistémico y lanza un guiño a Moncloa, pudiendo resultar definitivo para el fracaso de la estrategia de los de Torres.El presidente de BBVA, por cierto, no creo que sea de los que suelten la presa así como así, caiga quien caiga y sean cuales sean las condiciones definitivas, y habrá asumido que es su dentadura la que va fijada a dicha presa y que quizás un golpe de fortuna en el tablero de la política cambie las tornas más pronto que tarde. Por si acaso, ampliando espectro, ya hay algunos que han pisado el acelerador de las operaciones corporativas y mientras revisan sus blindajes por lo que pueda pasar han dado orden de no entrar en modo vacaciones y aprovechar el letargo de mediados de julio y agosto para intentar cerrar lo que de otra manera hubiera quedado para la reválida de septiembre. Y es que el tiempo es oro, y más para sectores estratégicos como la Defensa , la Comunicación o la Energía. Las secretarías generales están en ‘DefCom 1’ –ya saben, alerta máxima, en jerga militar–, con aviso de consejos extraordinarios a la vista y orden de amarrar como sea a los independientes, que estos calores hacen que algunos vocales puedan olvidar quién les paga y para qué. Atentos. Si parpadean se lo pierden. No hay que ser muy entendido en la materia para intuir que decisiones como el traslado de la sede a Barcelona o la venta de la filial británica del Sabadell llevan una finalidad, en la práctica, tan explícita como contraria a la aceptación de la opa lanzada por el BBVA. Máxime cuando los ingresos derivados de la desinversión en Reino Unido se convertirán en un dividendo extraordinario a repartir única y exclusivamente entre los accionistas que rechacen la oferta del banco de Carlos Torres. Lo cierto es que para muchos observadores la opa del BBVA sobre el Sabadell ha estado repleta de anomalías, que van desde un Gobierno torpedeando la operación por exigencia de los socios nacionalistas o la puesta en marcha de una consulta pública, general y prospectiva (palabras ambas muy trajinadas por La Moncloa) para buscarle tres pies al gato del BBVA, enmendándole la plana a Defensa de la Competencia, retorciendo la norma y ridiculizando el mandato del Banco Central Europeo de crear gigantes europeos. Resulta que los mismos trujamanes que sueñan con la consolidación europea en sectores como las Telecomunicaciones, con gigantes continentales a sabiendas de que es muy difícil y pudiera aún no ser el momento -atentos hay que estar, eso sí-, se ponen exquisitos en un sector tan crítico como la Banca argumentando que la fusión supondría un peligro para los particulares y el manoseado interés general. Sería interesante en este punto saber qué tiene que decir Torres como presidente del BBVA zancadilleado por el Gobierno para crear una compañía más grande en Europa, y al mismo tiempo espoleado como uno de los accionistas de referencia de Telefónica clamando por fusiones en el Viejo Continente. Es el ‘delirium tremens’ monclovita.El caso es que el Real Decreto 1066 de 2007 establece en su interesante artículo 28, una amplia batería de limitaciones para los órganos de administración y dirección de las empresas opadas en España. En general, todas aquellas que pudieran modificar el valor y distribuir dividendos extraordinarios, que diluirían el interés de la operación. Ahora bien, la norma tiene una puerta trasera, que es condicionarlo todo a la aprobación en junta de accionistas. Y es por eso por lo que esta vez la CNMV ha levantado la mano, no vaya a parecer lo que es, y exige al Sabadell que celebre no una junta sino dos el mismo día. La primera para autorizar la venta de la filial británica TSB y la segunda para dar luz verde a un dividendo extraordinario por lo ingresado, premio que solo verían los accionistas que frenaran la opa.En el imaginario de los más mayores, por cierto, recuerdos de épocas pasadas que invitan a un cierto ‘déjà vu’ entorno a otra de las mayores operaciones corporativas en otro sector estratégico allá por 2006 como arranque: el eléctrico, con Endesa como protagonista –presidida entonces por Manuel Pizarro, amigo personal del expresidente popular José María Aznar, y acusado directamente por el Gobierno de Rodríguez Zapatero de hacer lo indecible por hacer fracasar la opa inicial de Gas Natural con la excusa de que encubría una operación política destinada a pagar favores al ‘tripartito’ y a favorecer al empresariado catalán en perjuicio del resto de España, ¿les suena, pues?– y el entonces presidente de la CNMV Manuel Conthe, como coprotagonista, al que la ‘bromita’ de tanto intervencionismo e interés político le costó el cargo. «El problema no es quién quiere influir en la CNMV, sino que la CNMV se dejara influir», Conthe sic. Dicho queda.Cabe preguntarse por qué todos esos movimientos que se hacen ahora desde la cúpula directiva del banco vallesano no se han hecho antes, si como dicen no están dirigidos exclusivamente a torpedear la opa. De fondo, es la obligación de pasividad reconvertida por el separatismo catalán en una nueva rama de Psicología corporativa, derivada en un comportamiento pasivo agresivo. Al fin y al cabo están en juego las carreras de opadores y opados y no es fácil canalizar la ira y la frustración cuando se ponen en riesgo bonus multimillonarios y hasta el sentimiento patriótico de cada cual. Lógico, a bote pronto, es.Y ojo, todo esto al margen de si una está de acuerdo o no con la operación ‘no amistosa’, que eso para servidora es otro cantar… hoy no toca. Como tampoco toca ya los posibles errores de bulto que algunos observadores del mercado dicen que ha cometido el propio Torres, como el de haber lanzado una estrategia de posicionamiento público que parece tan atropellada e improvisada como excesivamente personalista. Es un error –arguyen–, porque la opa si es buena no lo es porque lo sea para él, sino para la entidad y sus accionistas. Una sensación más de tantas.El caso es que julio y agosto van a ser solo el comienzo de un largo y cálido verano para muchos , con la ironía de que puede frustrarse una concentración para dar lugar a otra mucho mayor, que sería vete tú a saber si la del Santander/BBVA, ya con otros protagonistas y toda vez que el banco cántabro ha adelantado al vasco por la derecha con una oferta astronómica sobre TSB, que no solo da liquidez al Sabadell, sino que debilita a su rival sistémico y lanza un guiño a Moncloa, pudiendo resultar definitivo para el fracaso de la estrategia de los de Torres.El presidente de BBVA, por cierto, no creo que sea de los que suelten la presa así como así, caiga quien caiga y sean cuales sean las condiciones definitivas, y habrá asumido que es su dentadura la que va fijada a dicha presa y que quizás un golpe de fortuna en el tablero de la política cambie las tornas más pronto que tarde. Por si acaso, ampliando espectro, ya hay algunos que han pisado el acelerador de las operaciones corporativas y mientras revisan sus blindajes por lo que pueda pasar han dado orden de no entrar en modo vacaciones y aprovechar el letargo de mediados de julio y agosto para intentar cerrar lo que de otra manera hubiera quedado para la reválida de septiembre. Y es que el tiempo es oro, y más para sectores estratégicos como la Defensa , la Comunicación o la Energía. Las secretarías generales están en ‘DefCom 1’ –ya saben, alerta máxima, en jerga militar–, con aviso de consejos extraordinarios a la vista y orden de amarrar como sea a los independientes, que estos calores hacen que algunos vocales puedan olvidar quién les paga y para qué. Atentos. Si parpadean se lo pierden. RSS de noticias de economia
Noticias Similares