La gira latinoamericana de Pedro Sánchez con la que ha despedido el curso político, antes de su rueda de prensa de balance mañana en La Moncloa y del último Consejo de Ministros el martes, ha tenido dos objetivos claros y diferenciados. Por un lado, el impulso al acuerdo entre la Unión Europea (UE) y Mercosur, que como el propio presidente del Gobierno suele recordar se negocia desde que él mismo llevaba «pantalones cortos». En Montevideo el martes y en Asunción al día siguiente Sánchez y el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, animaron a la ratificación definitiva del acuerdo, en sendos foros entre empresarios españoles con los de Uruguay y Paraguay. Y lo hicieron además subrayando la pertinencia de ese acuerdo en el actual contexto de guerra comercial desatada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con las barreras arancelarias que desde este mismo mes de agosto aplicará Washington a los países europeos.Noticia Relacionada estandar Si Sánchez arremete contra el «proteccionismo» de Trump en la primera visita a Paraguay desde Aznar Mariano Alonso El presidente cierra su gira latinoamericana con un nuevo llamamiento a cerrar el acuerdo entre la UE y MercosurPero al margen de ese carácter comercial o económico de la visita, en dos países donde Moncloa ve grandes oportunidades de inversión para las empresas españolas, el último viaje internacional de Sánchez antes del verano estuvo marcado por un claro acento ideológico. En sus horas más bajas o difíciles como consecuencia del caso Cerdán, y con una precariedad parlamentaria que sigue asomando a la mínima de cambio –como ha evidenciado esta misma semana el fracaso del decreto del apagón – el jefe del Ejecutivo ha cogido aire junto a los líderes de izquierdas de Latinoamérica. Pero incluso más allá de eso, con referentes en el continente más propiamente correligionarios del espacio a la izquierda del PSOE, que el líder socialista sigue tratando de fagocitar , al tiempo que comparte con ellos coalición de gobierno (Sumar) y alianzas parlamentarias, caso de ERC, Bildu y, por supuesto, los cuatro diputados de Podemos. La gira por tres países del cono sur –Chile, Uruguay y Paraguay– se produjo como consecuencia de la Reunión de Alto Nivel del presidente español con cuatro de sus homólogos en Santiago de Chile: el anfitrión Gabriel Boric; Luiz Inacio Lula da Silva (Brasil); Gustavo Petro (Colombia) y Yamandú Orsi (Uruguay), un foro de frente común ideológico ideado y pactado por Sánchez y Lula en septiembre de 2024 en los márgenes de la Asamblea General de la ONU, que se celebra como cada año en Nueva York. Nada más bajar del avión en la capital chilena, la comitiva española se dirigió al Palacio de La Moneda, la célebre sede de la presidencia del país andino donde el socialista Salvador Allende se suicidó en pleno asedio del golpe militar de Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973. Un hito, sobre todo por la dictadura militar que lo siguió, que marcó profundamente a la izquierda española y que el propio Sánchez recordó en sus discursos.Al día siguiente, la visita a Uruguay culminó con un encuentro de carácter más o menos privado (no pudieron asistir al mismo los enviados especiales españoles, pero Moncloa difundió varias imágenes) con Lucía Topolansky, la viuda del expresidente uruguayo José Mujica , fallecido este mismo año. Fuentes de Moncloa explican la visita como el homenaje debido a una figura clave del «progresismo latinoamericano». Junto a una foto con Topolansky en el salón de su casa, tomada por el equipo de Moncloa detrás de la ventana, el propio Sánchez publicitó el encuentro elogiando la «fortaleza inquebrantable» de la viuda de Mujica. «Conversar con ella es abrazar el compromiso de una mujer que ha entregado su vida por un mundo mejor. Recordamos a Pepe Mujica en su casa, espejo fiel de una política vivida con el corazón», escribió el secretario general del PSOE, en un claro gesto de acercamiento a un referente mítico del espacio a la izquierda de su formación, con el que nunca llegó a encontrarse en vida.Frente comúnCon Boric, Lula, Petro y Orsi, Sánchez busca conjuntamente un frente común ante lo que todos coinciden en diagnosticar como un momento en el que tanto el Gobierno de Trump como el de varios de sus homólogos estarían socavando «nuestras instituciones democráticas, sus valores y legitimidad», como se puede leer en el comunicado conjunto que los cinco impulsaron en Santiago. En ese mismo texto todos ellos reclamaron como prioridades en la escena internacional la promoción de un «multilateralismo renovado», así como el impulso de «una reforma del sistema de gobernanza internacional» y, singularmente, «proyectar una narrativa alternativa al retroceso democrático». El relato que pretenden construir se basa en tres ejes: la lucha contra la desinformación, la citada defensa del multilateralismo y el combate de la desigualdad económica. Todo apunta, entre otras cosas, a la defensa de un cambio en las reglas de funcionamiento de las Naciones Unidas y muy en particular, según se dejó constancia en La Moneda, del Consejo de Seguridad de la ONU, allí donde las grandes potencias siguen teniendo derecho de veto como miembros permanentes del organismo. Así ocurre con Estados Unidos, China, Francia, Rusia y el Reino Unido.El chileno Boric abogó por incorporar a ese frente común de gobiernos de izquierdas en todas las latitudes a dirigentes como la primera ministra socialdemócrata de Dinamarca, Mette Federiksen, que en este segundo semestre del año ostenta la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, y al primer ministro de Australia, Anthony Albanese. Aun cuando esa expansión de la alianza, cuyos postulados pretenden llevar en septiembre al encuentro anual de la ONU en Nueva York, puede hacerles incurrir en contradicciones o disputas internas. Federiksen enarbola sin complejos desde hace tiempo posturas en materia migratoria que chocan abiertamente con su familia política y la acercan a las posiciones de la derecha, e incluso de la extrema derecha, algo que combina con otros planteamientos –en materia de transición ecológica, por ejemplo– más ortodoxos desde el punto de vista de la izquierda. Pero incluso sin salir de las lindes de la cumbre de Santiago de Chile también aparecen fisuras. El propio Sánchez, en su rueda de prensa con Orsi el martes en Montevideo, señaló las claras diferencias que él mismo mantiene a cuenta de la guerra en Ucrania con el presidente brasileño Lula, que en general se pueden extender a varios países de Latinoamérica, que confrontan con lo que creen un conflicto atizado en buena medida por Estados Unidos, del que España es un aliado en la OTAN. Aunque, en cambio, sobre la denuncia de la invasión de Israel sobre Gaza y el reconocimiento del Estado Palestino la sintonía es total. La gira latinoamericana de Pedro Sánchez con la que ha despedido el curso político, antes de su rueda de prensa de balance mañana en La Moncloa y del último Consejo de Ministros el martes, ha tenido dos objetivos claros y diferenciados. Por un lado, el impulso al acuerdo entre la Unión Europea (UE) y Mercosur, que como el propio presidente del Gobierno suele recordar se negocia desde que él mismo llevaba «pantalones cortos». En Montevideo el martes y en Asunción al día siguiente Sánchez y el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, animaron a la ratificación definitiva del acuerdo, en sendos foros entre empresarios españoles con los de Uruguay y Paraguay. Y lo hicieron además subrayando la pertinencia de ese acuerdo en el actual contexto de guerra comercial desatada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con las barreras arancelarias que desde este mismo mes de agosto aplicará Washington a los países europeos.Noticia Relacionada estandar Si Sánchez arremete contra el «proteccionismo» de Trump en la primera visita a Paraguay desde Aznar Mariano Alonso El presidente cierra su gira latinoamericana con un nuevo llamamiento a cerrar el acuerdo entre la UE y MercosurPero al margen de ese carácter comercial o económico de la visita, en dos países donde Moncloa ve grandes oportunidades de inversión para las empresas españolas, el último viaje internacional de Sánchez antes del verano estuvo marcado por un claro acento ideológico. En sus horas más bajas o difíciles como consecuencia del caso Cerdán, y con una precariedad parlamentaria que sigue asomando a la mínima de cambio –como ha evidenciado esta misma semana el fracaso del decreto del apagón – el jefe del Ejecutivo ha cogido aire junto a los líderes de izquierdas de Latinoamérica. Pero incluso más allá de eso, con referentes en el continente más propiamente correligionarios del espacio a la izquierda del PSOE, que el líder socialista sigue tratando de fagocitar , al tiempo que comparte con ellos coalición de gobierno (Sumar) y alianzas parlamentarias, caso de ERC, Bildu y, por supuesto, los cuatro diputados de Podemos. La gira por tres países del cono sur –Chile, Uruguay y Paraguay– se produjo como consecuencia de la Reunión de Alto Nivel del presidente español con cuatro de sus homólogos en Santiago de Chile: el anfitrión Gabriel Boric; Luiz Inacio Lula da Silva (Brasil); Gustavo Petro (Colombia) y Yamandú Orsi (Uruguay), un foro de frente común ideológico ideado y pactado por Sánchez y Lula en septiembre de 2024 en los márgenes de la Asamblea General de la ONU, que se celebra como cada año en Nueva York. Nada más bajar del avión en la capital chilena, la comitiva española se dirigió al Palacio de La Moneda, la célebre sede de la presidencia del país andino donde el socialista Salvador Allende se suicidó en pleno asedio del golpe militar de Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973. Un hito, sobre todo por la dictadura militar que lo siguió, que marcó profundamente a la izquierda española y que el propio Sánchez recordó en sus discursos.Al día siguiente, la visita a Uruguay culminó con un encuentro de carácter más o menos privado (no pudieron asistir al mismo los enviados especiales españoles, pero Moncloa difundió varias imágenes) con Lucía Topolansky, la viuda del expresidente uruguayo José Mujica , fallecido este mismo año. Fuentes de Moncloa explican la visita como el homenaje debido a una figura clave del «progresismo latinoamericano». Junto a una foto con Topolansky en el salón de su casa, tomada por el equipo de Moncloa detrás de la ventana, el propio Sánchez publicitó el encuentro elogiando la «fortaleza inquebrantable» de la viuda de Mujica. «Conversar con ella es abrazar el compromiso de una mujer que ha entregado su vida por un mundo mejor. Recordamos a Pepe Mujica en su casa, espejo fiel de una política vivida con el corazón», escribió el secretario general del PSOE, en un claro gesto de acercamiento a un referente mítico del espacio a la izquierda de su formación, con el que nunca llegó a encontrarse en vida.Frente comúnCon Boric, Lula, Petro y Orsi, Sánchez busca conjuntamente un frente común ante lo que todos coinciden en diagnosticar como un momento en el que tanto el Gobierno de Trump como el de varios de sus homólogos estarían socavando «nuestras instituciones democráticas, sus valores y legitimidad», como se puede leer en el comunicado conjunto que los cinco impulsaron en Santiago. En ese mismo texto todos ellos reclamaron como prioridades en la escena internacional la promoción de un «multilateralismo renovado», así como el impulso de «una reforma del sistema de gobernanza internacional» y, singularmente, «proyectar una narrativa alternativa al retroceso democrático». El relato que pretenden construir se basa en tres ejes: la lucha contra la desinformación, la citada defensa del multilateralismo y el combate de la desigualdad económica. Todo apunta, entre otras cosas, a la defensa de un cambio en las reglas de funcionamiento de las Naciones Unidas y muy en particular, según se dejó constancia en La Moneda, del Consejo de Seguridad de la ONU, allí donde las grandes potencias siguen teniendo derecho de veto como miembros permanentes del organismo. Así ocurre con Estados Unidos, China, Francia, Rusia y el Reino Unido.El chileno Boric abogó por incorporar a ese frente común de gobiernos de izquierdas en todas las latitudes a dirigentes como la primera ministra socialdemócrata de Dinamarca, Mette Federiksen, que en este segundo semestre del año ostenta la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, y al primer ministro de Australia, Anthony Albanese. Aun cuando esa expansión de la alianza, cuyos postulados pretenden llevar en septiembre al encuentro anual de la ONU en Nueva York, puede hacerles incurrir en contradicciones o disputas internas. Federiksen enarbola sin complejos desde hace tiempo posturas en materia migratoria que chocan abiertamente con su familia política y la acercan a las posiciones de la derecha, e incluso de la extrema derecha, algo que combina con otros planteamientos –en materia de transición ecológica, por ejemplo– más ortodoxos desde el punto de vista de la izquierda. Pero incluso sin salir de las lindes de la cumbre de Santiago de Chile también aparecen fisuras. El propio Sánchez, en su rueda de prensa con Orsi el martes en Montevideo, señaló las claras diferencias que él mismo mantiene a cuenta de la guerra en Ucrania con el presidente brasileño Lula, que en general se pueden extender a varios países de Latinoamérica, que confrontan con lo que creen un conflicto atizado en buena medida por Estados Unidos, del que España es un aliado en la OTAN. Aunque, en cambio, sobre la denuncia de la invasión de Israel sobre Gaza y el reconocimiento del Estado Palestino la sintonía es total. La gira latinoamericana de Pedro Sánchez con la que ha despedido el curso político, antes de su rueda de prensa de balance mañana en La Moncloa y del último Consejo de Ministros el martes, ha tenido dos objetivos claros y diferenciados. Por un lado, el impulso al acuerdo entre la Unión Europea (UE) y Mercosur, que como el propio presidente del Gobierno suele recordar se negocia desde que él mismo llevaba «pantalones cortos». En Montevideo el martes y en Asunción al día siguiente Sánchez y el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, animaron a la ratificación definitiva del acuerdo, en sendos foros entre empresarios españoles con los de Uruguay y Paraguay. Y lo hicieron además subrayando la pertinencia de ese acuerdo en el actual contexto de guerra comercial desatada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con las barreras arancelarias que desde este mismo mes de agosto aplicará Washington a los países europeos.Noticia Relacionada estandar Si Sánchez arremete contra el «proteccionismo» de Trump en la primera visita a Paraguay desde Aznar Mariano Alonso El presidente cierra su gira latinoamericana con un nuevo llamamiento a cerrar el acuerdo entre la UE y MercosurPero al margen de ese carácter comercial o económico de la visita, en dos países donde Moncloa ve grandes oportunidades de inversión para las empresas españolas, el último viaje internacional de Sánchez antes del verano estuvo marcado por un claro acento ideológico. En sus horas más bajas o difíciles como consecuencia del caso Cerdán, y con una precariedad parlamentaria que sigue asomando a la mínima de cambio –como ha evidenciado esta misma semana el fracaso del decreto del apagón – el jefe del Ejecutivo ha cogido aire junto a los líderes de izquierdas de Latinoamérica. Pero incluso más allá de eso, con referentes en el continente más propiamente correligionarios del espacio a la izquierda del PSOE, que el líder socialista sigue tratando de fagocitar , al tiempo que comparte con ellos coalición de gobierno (Sumar) y alianzas parlamentarias, caso de ERC, Bildu y, por supuesto, los cuatro diputados de Podemos. La gira por tres países del cono sur –Chile, Uruguay y Paraguay– se produjo como consecuencia de la Reunión de Alto Nivel del presidente español con cuatro de sus homólogos en Santiago de Chile: el anfitrión Gabriel Boric; Luiz Inacio Lula da Silva (Brasil); Gustavo Petro (Colombia) y Yamandú Orsi (Uruguay), un foro de frente común ideológico ideado y pactado por Sánchez y Lula en septiembre de 2024 en los márgenes de la Asamblea General de la ONU, que se celebra como cada año en Nueva York. Nada más bajar del avión en la capital chilena, la comitiva española se dirigió al Palacio de La Moneda, la célebre sede de la presidencia del país andino donde el socialista Salvador Allende se suicidó en pleno asedio del golpe militar de Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973. Un hito, sobre todo por la dictadura militar que lo siguió, que marcó profundamente a la izquierda española y que el propio Sánchez recordó en sus discursos.Al día siguiente, la visita a Uruguay culminó con un encuentro de carácter más o menos privado (no pudieron asistir al mismo los enviados especiales españoles, pero Moncloa difundió varias imágenes) con Lucía Topolansky, la viuda del expresidente uruguayo José Mujica , fallecido este mismo año. Fuentes de Moncloa explican la visita como el homenaje debido a una figura clave del «progresismo latinoamericano». Junto a una foto con Topolansky en el salón de su casa, tomada por el equipo de Moncloa detrás de la ventana, el propio Sánchez publicitó el encuentro elogiando la «fortaleza inquebrantable» de la viuda de Mujica. «Conversar con ella es abrazar el compromiso de una mujer que ha entregado su vida por un mundo mejor. Recordamos a Pepe Mujica en su casa, espejo fiel de una política vivida con el corazón», escribió el secretario general del PSOE, en un claro gesto de acercamiento a un referente mítico del espacio a la izquierda de su formación, con el que nunca llegó a encontrarse en vida.Frente comúnCon Boric, Lula, Petro y Orsi, Sánchez busca conjuntamente un frente común ante lo que todos coinciden en diagnosticar como un momento en el que tanto el Gobierno de Trump como el de varios de sus homólogos estarían socavando «nuestras instituciones democráticas, sus valores y legitimidad», como se puede leer en el comunicado conjunto que los cinco impulsaron en Santiago. En ese mismo texto todos ellos reclamaron como prioridades en la escena internacional la promoción de un «multilateralismo renovado», así como el impulso de «una reforma del sistema de gobernanza internacional» y, singularmente, «proyectar una narrativa alternativa al retroceso democrático». El relato que pretenden construir se basa en tres ejes: la lucha contra la desinformación, la citada defensa del multilateralismo y el combate de la desigualdad económica. Todo apunta, entre otras cosas, a la defensa de un cambio en las reglas de funcionamiento de las Naciones Unidas y muy en particular, según se dejó constancia en La Moneda, del Consejo de Seguridad de la ONU, allí donde las grandes potencias siguen teniendo derecho de veto como miembros permanentes del organismo. Así ocurre con Estados Unidos, China, Francia, Rusia y el Reino Unido.El chileno Boric abogó por incorporar a ese frente común de gobiernos de izquierdas en todas las latitudes a dirigentes como la primera ministra socialdemócrata de Dinamarca, Mette Federiksen, que en este segundo semestre del año ostenta la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, y al primer ministro de Australia, Anthony Albanese. Aun cuando esa expansión de la alianza, cuyos postulados pretenden llevar en septiembre al encuentro anual de la ONU en Nueva York, puede hacerles incurrir en contradicciones o disputas internas. Federiksen enarbola sin complejos desde hace tiempo posturas en materia migratoria que chocan abiertamente con su familia política y la acercan a las posiciones de la derecha, e incluso de la extrema derecha, algo que combina con otros planteamientos –en materia de transición ecológica, por ejemplo– más ortodoxos desde el punto de vista de la izquierda. Pero incluso sin salir de las lindes de la cumbre de Santiago de Chile también aparecen fisuras. El propio Sánchez, en su rueda de prensa con Orsi el martes en Montevideo, señaló las claras diferencias que él mismo mantiene a cuenta de la guerra en Ucrania con el presidente brasileño Lula, que en general se pueden extender a varios países de Latinoamérica, que confrontan con lo que creen un conflicto atizado en buena medida por Estados Unidos, del que España es un aliado en la OTAN. Aunque, en cambio, sobre la denuncia de la invasión de Israel sobre Gaza y el reconocimiento del Estado Palestino la sintonía es total. RSS de noticias de espana
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