<p>Y, de repente, un silencio. La pista central de Wimbledon, vacía. El público seguía de pie frente a sus asientos, pero sobre la hierba ya no quedaba nadie, ni un solo tenista. Minutos antes se estaba viendo un partido extraordinario, quizá el mejor en lo que va de Grand Slam, y se acabó sin más, con el vacío como desenlace. <strong>Grigor Dimitrov</strong> pasó de dominar al número uno del mundo, <strong>Jannik Sinner</strong>, de ganarle los dos primeros sets, de desplegar un tenis <i>vintage</i> precioso, a romperse nuevamente y verse obligado a abandonar. A mediados del tercer set, con 6-3, 7-5 y 2-2 a su favor, sintió un pinchazo en el pectoral derecho después de un saque y ya no hubo manera de que pudiera volver a mover el brazo. </p>
El número uno había perdido los dos primeros sets cuando su adversario se rompió el pectoral y ya no pudo mover el brazo.
<p>Y, de repente, un silencio. La pista central de Wimbledon, vacía. El público seguía de pie frente a sus asientos, pero sobre la hierba ya no quedaba nadie, ni un solo tenista. Minutos antes se estaba viendo un partido extraordinario, quizá el mejor en lo que va de Grand Slam, y se acabó sin más, con el vacío como desenlace. <strong>Grigor Dimitrov</strong> pasó de dominar al número uno del mundo, <strong>Jannik Sinner</strong>, de ganarle los dos primeros sets, de desplegar un tenis <i>vintage</i> precioso, a romperse nuevamente y verse obligado a abandonar. A mediados del tercer set, con 6-3, 7-5 y 2-2 a su favor, sintió un pinchazo en el pectoral derecho después de un saque y ya no hubo manera de que pudiera volver a mover el brazo. </p>
Deportes