Yo como gano más es vestido y por eso y para que no me acusen de estar siempre en mi zona de confort voy a una playa nudista. Hay muy pocas cosas que no haga por escribir un buen artículo y muy pocas que me motiven si no las puedo escribir. Por hacerlo más exótico elijo la playa del Coco, en Badalona. Coco me parece un nombre elocuente para desnudarme en público por primera vez. Es verdad que «mi zona de confort» es un cliché pero cuando me desnudo, ya en Coco, me doy cuenta de que es realmente muy confortable ir vestido. Reflejado en una especie de plancha metálica apoyada sobre una de las paredes de una caseta que me parece que son los baños, veo lo que he hecho con mi cuerpo. Ahora hacía tiempo que no nos saludábamos. Para empezar, y no es una sorpresa, tengo tetas. Unas tetas feas, masculinas, pero sin embargo tetas. No me escandaliza pero se añade la evidencia a «la realidad» -Jaime- «no demasiado hermosa». Esta barriga como decaída, aunque no tanto como cuando todavía bebía, queda al final colgando, como Akelarre en el monte Igueldo, y por debajo veo una línea de sombra horizontal parecida a la cicatriz de una cesárea. Soy un éxito. No sigo por no molestar, pero sí doy el dato de que los hombres cuando estamos incómodos, inciertos, cuando no pisamos fuerte, padecemos el «padentrismo» porque p’adentro se nos mete todo y parece que no tengamos.En Coco la arena es áspera como las pieles de porosidad más abierta que causan las dietas ricas en legumbres. Las gentes, también desnudas, son las propias de la zona, pero no me disgustan. De hecho, me resultan familiares, y asociadas a un placer que de momento no identifico pero enseguida me viene la palabra mágica: «amateur». Exacto. Estos cuerpos irregulares, tatuados, la mayoría trabajados en el gimnasio, y mucho más bellos y deseables que el mío, yo los he visto antes en estas páginas web de alivio inmediato. «Amateur» es la categoría a la que soy más sensible, por la sensación de realidad -y de inminencia-. Y porque este mundo suburbial fue el mío, también: en mi familia católica y enrevesada, comerciante y sanguínea, siciliana versión Penedès, tuvimos tiendas gastronómicas y restaurantes, y todo era muy distinto por dentro de cómo se mostraba a los clientes. El sexo era un arma. Mi abuela tuvo un lío con uno de sus empleados, al que yo más quise por lo menos de niño; mi abuelo se fugó con una más joven que su hija y a mi padre lo pillaron con la doméstica mientras mi madre estaba con fiebre en cama y se levantó porque no la atendía nadie. Yo debuté con la camarera más joven y hermosa de la casa. Eran los 80, eran los 90, los líos en el trabajo no sólo no estaban mal vistos sino que se fomentaban. Todo era paternalista, sórdido y tremendamente próspero. Familia y empresa eran lo mismo y nos mezclábamos con enorme promiscuidad . Reproches, portazos, yo tomaba impulso con las piernas contra la pared del horno en el que se cocían los cruasanes. Estos cuerpos fueron mis cuerpos y es de todo menos casualidad que en Coco me haya puesto a recordar. Con el tiempo y la literatura construimos una imagen, una idea de nosotros que creemos que gustará más y a veces hasta nosotros acabamos olvidando que es un cuento. Pero pasan los años y un día te desnudas en Badalona y continúas siendo lo que eras.Los recuerdos superpuestos a las imágenes tan reales de Coco me han dejado un poco abrumado, porque es otra forma de desnudarse recordar de golpe lo que de verdad te configura; pero como cuando como mucho de algo que me gusta y me empacho, siento hartazgo de la escena y de mí en ella, y de esta irritante tendencia que tengo, muy de clase media-altita, al exceso de empatía y a empaparme del otro como si fuera yo cuando me fascina la metáfora. Por un instante, desnudo en esta playa, he empezado mentalmente a reivindicarme como un camarero o un actor porno desenfadado. Pero por suerte -aunque hay quien me lo reprocha y me acusa de frívolo- estas, y casi todas las demás circunstancias, opiniones o sentimientos, menos ser padre y ser amigo, se me pasan de golpe y dejan de importarme cuando doy por resuelto el artículo. Yo como gano más es vestido y por eso y para que no me acusen de estar siempre en mi zona de confort voy a una playa nudista. Hay muy pocas cosas que no haga por escribir un buen artículo y muy pocas que me motiven si no las puedo escribir. Por hacerlo más exótico elijo la playa del Coco, en Badalona. Coco me parece un nombre elocuente para desnudarme en público por primera vez. Es verdad que «mi zona de confort» es un cliché pero cuando me desnudo, ya en Coco, me doy cuenta de que es realmente muy confortable ir vestido. Reflejado en una especie de plancha metálica apoyada sobre una de las paredes de una caseta que me parece que son los baños, veo lo que he hecho con mi cuerpo. Ahora hacía tiempo que no nos saludábamos. Para empezar, y no es una sorpresa, tengo tetas. Unas tetas feas, masculinas, pero sin embargo tetas. No me escandaliza pero se añade la evidencia a «la realidad» -Jaime- «no demasiado hermosa». Esta barriga como decaída, aunque no tanto como cuando todavía bebía, queda al final colgando, como Akelarre en el monte Igueldo, y por debajo veo una línea de sombra horizontal parecida a la cicatriz de una cesárea. Soy un éxito. No sigo por no molestar, pero sí doy el dato de que los hombres cuando estamos incómodos, inciertos, cuando no pisamos fuerte, padecemos el «padentrismo» porque p’adentro se nos mete todo y parece que no tengamos.En Coco la arena es áspera como las pieles de porosidad más abierta que causan las dietas ricas en legumbres. Las gentes, también desnudas, son las propias de la zona, pero no me disgustan. De hecho, me resultan familiares, y asociadas a un placer que de momento no identifico pero enseguida me viene la palabra mágica: «amateur». Exacto. Estos cuerpos irregulares, tatuados, la mayoría trabajados en el gimnasio, y mucho más bellos y deseables que el mío, yo los he visto antes en estas páginas web de alivio inmediato. «Amateur» es la categoría a la que soy más sensible, por la sensación de realidad -y de inminencia-. Y porque este mundo suburbial fue el mío, también: en mi familia católica y enrevesada, comerciante y sanguínea, siciliana versión Penedès, tuvimos tiendas gastronómicas y restaurantes, y todo era muy distinto por dentro de cómo se mostraba a los clientes. El sexo era un arma. Mi abuela tuvo un lío con uno de sus empleados, al que yo más quise por lo menos de niño; mi abuelo se fugó con una más joven que su hija y a mi padre lo pillaron con la doméstica mientras mi madre estaba con fiebre en cama y se levantó porque no la atendía nadie. Yo debuté con la camarera más joven y hermosa de la casa. Eran los 80, eran los 90, los líos en el trabajo no sólo no estaban mal vistos sino que se fomentaban. Todo era paternalista, sórdido y tremendamente próspero. Familia y empresa eran lo mismo y nos mezclábamos con enorme promiscuidad . Reproches, portazos, yo tomaba impulso con las piernas contra la pared del horno en el que se cocían los cruasanes. Estos cuerpos fueron mis cuerpos y es de todo menos casualidad que en Coco me haya puesto a recordar. Con el tiempo y la literatura construimos una imagen, una idea de nosotros que creemos que gustará más y a veces hasta nosotros acabamos olvidando que es un cuento. Pero pasan los años y un día te desnudas en Badalona y continúas siendo lo que eras.Los recuerdos superpuestos a las imágenes tan reales de Coco me han dejado un poco abrumado, porque es otra forma de desnudarse recordar de golpe lo que de verdad te configura; pero como cuando como mucho de algo que me gusta y me empacho, siento hartazgo de la escena y de mí en ella, y de esta irritante tendencia que tengo, muy de clase media-altita, al exceso de empatía y a empaparme del otro como si fuera yo cuando me fascina la metáfora. Por un instante, desnudo en esta playa, he empezado mentalmente a reivindicarme como un camarero o un actor porno desenfadado. Pero por suerte -aunque hay quien me lo reprocha y me acusa de frívolo- estas, y casi todas las demás circunstancias, opiniones o sentimientos, menos ser padre y ser amigo, se me pasan de golpe y dejan de importarme cuando doy por resuelto el artículo. Yo como gano más es vestido y por eso y para que no me acusen de estar siempre en mi zona de confort voy a una playa nudista. Hay muy pocas cosas que no haga por escribir un buen artículo y muy pocas que me motiven si no las puedo escribir. Por hacerlo más exótico elijo la playa del Coco, en Badalona. Coco me parece un nombre elocuente para desnudarme en público por primera vez. Es verdad que «mi zona de confort» es un cliché pero cuando me desnudo, ya en Coco, me doy cuenta de que es realmente muy confortable ir vestido. Reflejado en una especie de plancha metálica apoyada sobre una de las paredes de una caseta que me parece que son los baños, veo lo que he hecho con mi cuerpo. Ahora hacía tiempo que no nos saludábamos. Para empezar, y no es una sorpresa, tengo tetas. Unas tetas feas, masculinas, pero sin embargo tetas. No me escandaliza pero se añade la evidencia a «la realidad» -Jaime- «no demasiado hermosa». Esta barriga como decaída, aunque no tanto como cuando todavía bebía, queda al final colgando, como Akelarre en el monte Igueldo, y por debajo veo una línea de sombra horizontal parecida a la cicatriz de una cesárea. Soy un éxito. No sigo por no molestar, pero sí doy el dato de que los hombres cuando estamos incómodos, inciertos, cuando no pisamos fuerte, padecemos el «padentrismo» porque p’adentro se nos mete todo y parece que no tengamos.En Coco la arena es áspera como las pieles de porosidad más abierta que causan las dietas ricas en legumbres. Las gentes, también desnudas, son las propias de la zona, pero no me disgustan. De hecho, me resultan familiares, y asociadas a un placer que de momento no identifico pero enseguida me viene la palabra mágica: «amateur». Exacto. Estos cuerpos irregulares, tatuados, la mayoría trabajados en el gimnasio, y mucho más bellos y deseables que el mío, yo los he visto antes en estas páginas web de alivio inmediato. «Amateur» es la categoría a la que soy más sensible, por la sensación de realidad -y de inminencia-. Y porque este mundo suburbial fue el mío, también: en mi familia católica y enrevesada, comerciante y sanguínea, siciliana versión Penedès, tuvimos tiendas gastronómicas y restaurantes, y todo era muy distinto por dentro de cómo se mostraba a los clientes. El sexo era un arma. Mi abuela tuvo un lío con uno de sus empleados, al que yo más quise por lo menos de niño; mi abuelo se fugó con una más joven que su hija y a mi padre lo pillaron con la doméstica mientras mi madre estaba con fiebre en cama y se levantó porque no la atendía nadie. Yo debuté con la camarera más joven y hermosa de la casa. Eran los 80, eran los 90, los líos en el trabajo no sólo no estaban mal vistos sino que se fomentaban. Todo era paternalista, sórdido y tremendamente próspero. Familia y empresa eran lo mismo y nos mezclábamos con enorme promiscuidad . Reproches, portazos, yo tomaba impulso con las piernas contra la pared del horno en el que se cocían los cruasanes. Estos cuerpos fueron mis cuerpos y es de todo menos casualidad que en Coco me haya puesto a recordar. Con el tiempo y la literatura construimos una imagen, una idea de nosotros que creemos que gustará más y a veces hasta nosotros acabamos olvidando que es un cuento. Pero pasan los años y un día te desnudas en Badalona y continúas siendo lo que eras.Los recuerdos superpuestos a las imágenes tan reales de Coco me han dejado un poco abrumado, porque es otra forma de desnudarse recordar de golpe lo que de verdad te configura; pero como cuando como mucho de algo que me gusta y me empacho, siento hartazgo de la escena y de mí en ella, y de esta irritante tendencia que tengo, muy de clase media-altita, al exceso de empatía y a empaparme del otro como si fuera yo cuando me fascina la metáfora. Por un instante, desnudo en esta playa, he empezado mentalmente a reivindicarme como un camarero o un actor porno desenfadado. Pero por suerte -aunque hay quien me lo reprocha y me acusa de frívolo- estas, y casi todas las demás circunstancias, opiniones o sentimientos, menos ser padre y ser amigo, se me pasan de golpe y dejan de importarme cuando doy por resuelto el artículo. RSS de noticias de cultura
Noticias Similares