«Sobre las cinco y media de la tarde del día 23 de agosto de 1988 una mujer, que no ha sido identificada, se personó en el domicilio de María Blanca Fernández Suárez, viuda, de 69 años de edad, situado en el cuarto piso, apartamento 10, del número 44 de la madrileña calle de Abtao, donde realizaba prácticas adivinatorias mediante la lectura de los posos del café a las mujeres que, previo pago de cierta cantidad de dinero, acudían a visitarla. Una vez en el interior de la vivienda, y hallándose ambas en el salón de la misma, la desconocida, con una mano de almirez de bronce, de unos veinticinco centímetros de longitud, comenzó a golpearla. Durante la lucha, las dos mujeres llegaron hasta el cuarto de baño contiguo, donde la agresora continuó con su ataque propinándole un total de veinticuatro impactos en la cabeza, que le causaron otras tantas heridas de tamaño entre dos y cinco centímetros de longitud. Estas lesiones, según demostró la autopsia, no habrían causado por sí solas la muerte de Blanca, quien gritaba, mientras recibía dichos golpes, ‘ me va a matar, me va a matar’ . En un determinado momento, la adivinadora, tras perder el conocimiento, se desplomó sobre la bañera quedando recostada sobre ésta, y con las piernas suspendidas fuera de la misma. Luego, la asesina, cogió un cuchillo de unos quince centímetros de hoja, y realizó a su víctima dos cortes en las caras anteriores de ambas muñecas» causándole la muerte.Este fue el frío relato de hechos que declaró probados la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia Provincial. En el banquillo de los acusados se sentó Oliva Amparo C., de 52 años entonces, una persona elegante, ojos negro azabache y mirada profunda. La Policía había llegado hasta ella gracias al testimonio del conserje, que al ser alertado de los gritos en el piso subió y llamó al timbre ‘armado’ con una pistola simulada. Le abrió una mujer, que apuntándole con un arma de fuego en la cabeza le espetó: «Suelta la pistola o te achicharro».El testimonio del portero fue la pista clave para que dos meses después la Policía detuviera a la sospechosa en su casa , en la esquina de Marqués de Zafra con Francisco Silvela. En su casa se encontraron dos faldas-pantalón en el interior de un bolso, una de ellas de color teja, que fue reconocida por los testigos como la misma prenda que vestía la mujer en el momento del crimen… Además, el portero la reconoció sin dejar el menor margen para la duda.¿Por qué fue absuelta entonces? El presidente del tribunal, Félix Almazán, explicó entonces a ABC que «no cabe duda de que éste ha sido uno de los casos más complicados que he tenido que resolver durante mi carrera… Tanto las pruebas aportadas por el Ministerio Público como por la defensa eran contundentes. No se puede olvidar que había dos personas, de las que no cabe dudar de su honorabilidad, que reconocieron a esta mujer. Sin embargo, el abogado de la procesada también presentó testigos de peso, que afirmaban haber estado con Oliva Amparo la tarde del crimen. Ante esta situación, consideramos que, con lo que se había visto y oído durante el juicio, no se desvirtuaba el principio de presunción de inocencia, al que tenemos derecho todos». Y añadía: «Por primera vez en mi carrera el fiscal no ha sido capaz de establecer un móvil del crimen y, lo que es aún más extraño, no pudo demostrar siquiera que entre víctima y procesada hubiese habido algún tipo de relación».El conserje de la finca y principal testigo de cargo reaccionó con entereza: «No ha sido un plato de gusto para nadie –dijo a ABC-. Sabía que mi declaración podía servir para condenar a esta mujer, pero yo tengo la conciencia tranquila. Conté lo que vi. Como ya expliqué durante la vista, no quise jurar que era ella la persona que me apuntó con una pistola a la cabeza, porque conozco algunos casos de gente que se parece enormemente, y podría haber habido algún fallo por mi parte». Ejemplar. «Sobre las cinco y media de la tarde del día 23 de agosto de 1988 una mujer, que no ha sido identificada, se personó en el domicilio de María Blanca Fernández Suárez, viuda, de 69 años de edad, situado en el cuarto piso, apartamento 10, del número 44 de la madrileña calle de Abtao, donde realizaba prácticas adivinatorias mediante la lectura de los posos del café a las mujeres que, previo pago de cierta cantidad de dinero, acudían a visitarla. Una vez en el interior de la vivienda, y hallándose ambas en el salón de la misma, la desconocida, con una mano de almirez de bronce, de unos veinticinco centímetros de longitud, comenzó a golpearla. Durante la lucha, las dos mujeres llegaron hasta el cuarto de baño contiguo, donde la agresora continuó con su ataque propinándole un total de veinticuatro impactos en la cabeza, que le causaron otras tantas heridas de tamaño entre dos y cinco centímetros de longitud. Estas lesiones, según demostró la autopsia, no habrían causado por sí solas la muerte de Blanca, quien gritaba, mientras recibía dichos golpes, ‘ me va a matar, me va a matar’ . En un determinado momento, la adivinadora, tras perder el conocimiento, se desplomó sobre la bañera quedando recostada sobre ésta, y con las piernas suspendidas fuera de la misma. Luego, la asesina, cogió un cuchillo de unos quince centímetros de hoja, y realizó a su víctima dos cortes en las caras anteriores de ambas muñecas» causándole la muerte.Este fue el frío relato de hechos que declaró probados la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia Provincial. En el banquillo de los acusados se sentó Oliva Amparo C., de 52 años entonces, una persona elegante, ojos negro azabache y mirada profunda. La Policía había llegado hasta ella gracias al testimonio del conserje, que al ser alertado de los gritos en el piso subió y llamó al timbre ‘armado’ con una pistola simulada. Le abrió una mujer, que apuntándole con un arma de fuego en la cabeza le espetó: «Suelta la pistola o te achicharro».El testimonio del portero fue la pista clave para que dos meses después la Policía detuviera a la sospechosa en su casa , en la esquina de Marqués de Zafra con Francisco Silvela. En su casa se encontraron dos faldas-pantalón en el interior de un bolso, una de ellas de color teja, que fue reconocida por los testigos como la misma prenda que vestía la mujer en el momento del crimen… Además, el portero la reconoció sin dejar el menor margen para la duda.¿Por qué fue absuelta entonces? El presidente del tribunal, Félix Almazán, explicó entonces a ABC que «no cabe duda de que éste ha sido uno de los casos más complicados que he tenido que resolver durante mi carrera… Tanto las pruebas aportadas por el Ministerio Público como por la defensa eran contundentes. No se puede olvidar que había dos personas, de las que no cabe dudar de su honorabilidad, que reconocieron a esta mujer. Sin embargo, el abogado de la procesada también presentó testigos de peso, que afirmaban haber estado con Oliva Amparo la tarde del crimen. Ante esta situación, consideramos que, con lo que se había visto y oído durante el juicio, no se desvirtuaba el principio de presunción de inocencia, al que tenemos derecho todos». Y añadía: «Por primera vez en mi carrera el fiscal no ha sido capaz de establecer un móvil del crimen y, lo que es aún más extraño, no pudo demostrar siquiera que entre víctima y procesada hubiese habido algún tipo de relación».El conserje de la finca y principal testigo de cargo reaccionó con entereza: «No ha sido un plato de gusto para nadie –dijo a ABC-. Sabía que mi declaración podía servir para condenar a esta mujer, pero yo tengo la conciencia tranquila. Conté lo que vi. Como ya expliqué durante la vista, no quise jurar que era ella la persona que me apuntó con una pistola a la cabeza, porque conozco algunos casos de gente que se parece enormemente, y podría haber habido algún fallo por mi parte». Ejemplar. «Sobre las cinco y media de la tarde del día 23 de agosto de 1988 una mujer, que no ha sido identificada, se personó en el domicilio de María Blanca Fernández Suárez, viuda, de 69 años de edad, situado en el cuarto piso, apartamento 10, del número 44 de la madrileña calle de Abtao, donde realizaba prácticas adivinatorias mediante la lectura de los posos del café a las mujeres que, previo pago de cierta cantidad de dinero, acudían a visitarla. Una vez en el interior de la vivienda, y hallándose ambas en el salón de la misma, la desconocida, con una mano de almirez de bronce, de unos veinticinco centímetros de longitud, comenzó a golpearla. Durante la lucha, las dos mujeres llegaron hasta el cuarto de baño contiguo, donde la agresora continuó con su ataque propinándole un total de veinticuatro impactos en la cabeza, que le causaron otras tantas heridas de tamaño entre dos y cinco centímetros de longitud. Estas lesiones, según demostró la autopsia, no habrían causado por sí solas la muerte de Blanca, quien gritaba, mientras recibía dichos golpes, ‘ me va a matar, me va a matar’ . En un determinado momento, la adivinadora, tras perder el conocimiento, se desplomó sobre la bañera quedando recostada sobre ésta, y con las piernas suspendidas fuera de la misma. Luego, la asesina, cogió un cuchillo de unos quince centímetros de hoja, y realizó a su víctima dos cortes en las caras anteriores de ambas muñecas» causándole la muerte.Este fue el frío relato de hechos que declaró probados la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia Provincial. En el banquillo de los acusados se sentó Oliva Amparo C., de 52 años entonces, una persona elegante, ojos negro azabache y mirada profunda. La Policía había llegado hasta ella gracias al testimonio del conserje, que al ser alertado de los gritos en el piso subió y llamó al timbre ‘armado’ con una pistola simulada. Le abrió una mujer, que apuntándole con un arma de fuego en la cabeza le espetó: «Suelta la pistola o te achicharro».El testimonio del portero fue la pista clave para que dos meses después la Policía detuviera a la sospechosa en su casa , en la esquina de Marqués de Zafra con Francisco Silvela. En su casa se encontraron dos faldas-pantalón en el interior de un bolso, una de ellas de color teja, que fue reconocida por los testigos como la misma prenda que vestía la mujer en el momento del crimen… Además, el portero la reconoció sin dejar el menor margen para la duda.¿Por qué fue absuelta entonces? El presidente del tribunal, Félix Almazán, explicó entonces a ABC que «no cabe duda de que éste ha sido uno de los casos más complicados que he tenido que resolver durante mi carrera… Tanto las pruebas aportadas por el Ministerio Público como por la defensa eran contundentes. No se puede olvidar que había dos personas, de las que no cabe dudar de su honorabilidad, que reconocieron a esta mujer. Sin embargo, el abogado de la procesada también presentó testigos de peso, que afirmaban haber estado con Oliva Amparo la tarde del crimen. Ante esta situación, consideramos que, con lo que se había visto y oído durante el juicio, no se desvirtuaba el principio de presunción de inocencia, al que tenemos derecho todos». Y añadía: «Por primera vez en mi carrera el fiscal no ha sido capaz de establecer un móvil del crimen y, lo que es aún más extraño, no pudo demostrar siquiera que entre víctima y procesada hubiese habido algún tipo de relación».El conserje de la finca y principal testigo de cargo reaccionó con entereza: «No ha sido un plato de gusto para nadie –dijo a ABC-. Sabía que mi declaración podía servir para condenar a esta mujer, pero yo tengo la conciencia tranquila. Conté lo que vi. Como ya expliqué durante la vista, no quise jurar que era ella la persona que me apuntó con una pistola a la cabeza, porque conozco algunos casos de gente que se parece enormemente, y podría haber habido algún fallo por mi parte». Ejemplar. RSS de noticias de espana
Noticias Similares