No todos los pacientes de Neumología del Hospital Infanta Sofía sufren de insuficiencia respiratoria por la misma razón. A algunos, años y años de tabaquismo les provocaron una enfermedad pulmonar obstructiva crónica ( EPOC ). Otros han heredado alguna patología de este tipo, o la tienen por haber inhalado en su oficio partículas que hoy están prohibidas. Para algunos, sentarse es suficiente para recuperar el aliento, pero, para otros, la oxigenoterapia es la única solución. No obstante, lo que comparten todos es la reticencia a salir por la puerta de sus casas, el miedo a que su oxigenador portátil se quede sin batería y tengan los segundos contados para encontrar un respirador. Hay quienes apenas salen ya porque cruzar el portal supone una odisea de peligros. La jefa de Neumología del hospital, la doctora Maite Ramírez, cuenta que «el enfermo respiratorio es el gran desconocido para la sociedad». Muchos pacientes terminaron desenchufando su respirador por los insultos de sus vecinos o, incluso, sus propios familiares: «Quita la máquina, que hace mucho ruido», decían las notas que les dejaban en la puerta. «Desde el hospital hemos firmado informes para que sus comunidades pongan ascensores que soporten sus equipos de asistencia, porque no salen de casa si no», añade Ramírez. Por eso, por tercer año consecutivo, el Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes) ha roto esta barrera y ha llevado, arropados por diez profesionales, a veinte pacientes que sufren enfermedades respiratorias graves a un gran espectáculo de la capital, esta vez ‘WAH’, en Ifema.Noticia Relacionada Hospital Niño Jesús de Madrid estandar Si En el centro referente en cuidados paliativos para niños: «Sin la atención 24/7 no sé si mi hijo seguiría vivo» Elena CalvoMédicos y enfermos son conscientes de que todo en este viaje puede suponerles un problema: subir al autobús, el ruido, la multitud, la falta de enchufes para cargar sus respiradores… Pero para Jesús, paciente de EPOC, eso no es excusa. Acude en traje porque sabe que hoy es un día especial: «Estaba por no venir, pero sé que debo hacerlo, porque igual dentro de un mes no puedo, puesto que la semana que viene me confirman la fecha de mi trasplante». En la sala de espera, Jesús cuenta que hace unas semanas no pudo desplazarse, por la enfermedad, hasta la jura de bandera de su hijo, que se convertía en guardia civil. A cambio, recuerda emocionado, «replicamos el acto izando la bandera que tenemos en casa».Ya de camino al autobús, Chelo, de 62 años, que llegó a fumar hasta tres paquetes al día, relata cómo la llegada del Covid-19 paradójicamente le salvó la vida: «Durante la pandemia, en la Seguridad Social se debieron de dar cuenta de que me moría fijo, y tras pasar por el tribunal me dieron la incapacidad. Llevaba trabajando desde los 14 y he tenido que parar. Ahora, cuando andamos por la calle, mi marido se para en todos los escaparates para que yo pueda respirar». En el espectáculo WAH, en Ifema Hospital Infanta SofíaEn un día como este, en que se enfrentan a un gran miedo, la situación es más llevadera para quienes cuentan con la presencia de sus familiares. Aquellos que ya no tienen quien les acompañe se apoyan entre ellos. Las dudas sobre si entrar o no al vehículo persisten hasta el último instante, y las comprobaciones de las baterías de las máquinas portátiles son minuciosas. De camino a Ifema, se bromea: «Habrá una mesa con canapés, una con bebidas y otra con oxígeno». Al llegar, el vehículo no puede parar en la puerta, lo cual significa andar unos pasos, otro obstáculo añadido.Dentro de ‘WAH’ y antes del espectáculo, los pacientes se hacen fotos con los extravagantes personajes del lugar. De todos modos, tardan pocos minutos en sentarse, puesto que para ellos cada segundo andando, o incluso de pie, se nota mucho. Pero, tras unos cuantos «Id, que luego voy yo», fruto de los nervios, a las 21.30 horas se enciende el escenario. El sector Infanta Sofía está ubicado en primera fila, y observa, con una mezcla de extrañeza y admiración, cómo unos rockeros versionan ‘Gladiator’ y un coro afro hace lo propio con ‘La la land’. El ‘show’ es una euforia constante, y los pacientes lo valoran y se rompen las manos aplaudiendo. Algunos, los que pueden, se animan incluso a bailar. Algunas complicacionesOcurren durante la función algunos problemas aislados: hay que mover de sitio a un paciente por el fuerte aire acondicionado, y aparece en escena un elemento inesperado, el humo , que no hace ningún bien a los enfermos: «Ha sido cuando peor lo he pasado», confiesan. Entre coreografías, los médicos aprovechan para revisar la batería del respirador portátil que guardan algunos pacientes entre las piernas.Al final del acto, todo son agradecimientos por todo lo vivido. Cómo explicar la emoción de quien hacía años que no pisaba un pabellón de espectáculos ni escuchaba música en directo. Tras un día de superación y valentía, la vuelta a casa es emotiva: «Es lo más bonito que he visto en años», sentencian. No todos los pacientes de Neumología del Hospital Infanta Sofía sufren de insuficiencia respiratoria por la misma razón. A algunos, años y años de tabaquismo les provocaron una enfermedad pulmonar obstructiva crónica ( EPOC ). Otros han heredado alguna patología de este tipo, o la tienen por haber inhalado en su oficio partículas que hoy están prohibidas. Para algunos, sentarse es suficiente para recuperar el aliento, pero, para otros, la oxigenoterapia es la única solución. No obstante, lo que comparten todos es la reticencia a salir por la puerta de sus casas, el miedo a que su oxigenador portátil se quede sin batería y tengan los segundos contados para encontrar un respirador. Hay quienes apenas salen ya porque cruzar el portal supone una odisea de peligros. La jefa de Neumología del hospital, la doctora Maite Ramírez, cuenta que «el enfermo respiratorio es el gran desconocido para la sociedad». Muchos pacientes terminaron desenchufando su respirador por los insultos de sus vecinos o, incluso, sus propios familiares: «Quita la máquina, que hace mucho ruido», decían las notas que les dejaban en la puerta. «Desde el hospital hemos firmado informes para que sus comunidades pongan ascensores que soporten sus equipos de asistencia, porque no salen de casa si no», añade Ramírez. Por eso, por tercer año consecutivo, el Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes) ha roto esta barrera y ha llevado, arropados por diez profesionales, a veinte pacientes que sufren enfermedades respiratorias graves a un gran espectáculo de la capital, esta vez ‘WAH’, en Ifema.Noticia Relacionada Hospital Niño Jesús de Madrid estandar Si En el centro referente en cuidados paliativos para niños: «Sin la atención 24/7 no sé si mi hijo seguiría vivo» Elena CalvoMédicos y enfermos son conscientes de que todo en este viaje puede suponerles un problema: subir al autobús, el ruido, la multitud, la falta de enchufes para cargar sus respiradores… Pero para Jesús, paciente de EPOC, eso no es excusa. Acude en traje porque sabe que hoy es un día especial: «Estaba por no venir, pero sé que debo hacerlo, porque igual dentro de un mes no puedo, puesto que la semana que viene me confirman la fecha de mi trasplante». En la sala de espera, Jesús cuenta que hace unas semanas no pudo desplazarse, por la enfermedad, hasta la jura de bandera de su hijo, que se convertía en guardia civil. A cambio, recuerda emocionado, «replicamos el acto izando la bandera que tenemos en casa».Ya de camino al autobús, Chelo, de 62 años, que llegó a fumar hasta tres paquetes al día, relata cómo la llegada del Covid-19 paradójicamente le salvó la vida: «Durante la pandemia, en la Seguridad Social se debieron de dar cuenta de que me moría fijo, y tras pasar por el tribunal me dieron la incapacidad. Llevaba trabajando desde los 14 y he tenido que parar. Ahora, cuando andamos por la calle, mi marido se para en todos los escaparates para que yo pueda respirar». En el espectáculo WAH, en Ifema Hospital Infanta SofíaEn un día como este, en que se enfrentan a un gran miedo, la situación es más llevadera para quienes cuentan con la presencia de sus familiares. Aquellos que ya no tienen quien les acompañe se apoyan entre ellos. Las dudas sobre si entrar o no al vehículo persisten hasta el último instante, y las comprobaciones de las baterías de las máquinas portátiles son minuciosas. De camino a Ifema, se bromea: «Habrá una mesa con canapés, una con bebidas y otra con oxígeno». Al llegar, el vehículo no puede parar en la puerta, lo cual significa andar unos pasos, otro obstáculo añadido.Dentro de ‘WAH’ y antes del espectáculo, los pacientes se hacen fotos con los extravagantes personajes del lugar. De todos modos, tardan pocos minutos en sentarse, puesto que para ellos cada segundo andando, o incluso de pie, se nota mucho. Pero, tras unos cuantos «Id, que luego voy yo», fruto de los nervios, a las 21.30 horas se enciende el escenario. El sector Infanta Sofía está ubicado en primera fila, y observa, con una mezcla de extrañeza y admiración, cómo unos rockeros versionan ‘Gladiator’ y un coro afro hace lo propio con ‘La la land’. El ‘show’ es una euforia constante, y los pacientes lo valoran y se rompen las manos aplaudiendo. Algunos, los que pueden, se animan incluso a bailar. Algunas complicacionesOcurren durante la función algunos problemas aislados: hay que mover de sitio a un paciente por el fuerte aire acondicionado, y aparece en escena un elemento inesperado, el humo , que no hace ningún bien a los enfermos: «Ha sido cuando peor lo he pasado», confiesan. Entre coreografías, los médicos aprovechan para revisar la batería del respirador portátil que guardan algunos pacientes entre las piernas.Al final del acto, todo son agradecimientos por todo lo vivido. Cómo explicar la emoción de quien hacía años que no pisaba un pabellón de espectáculos ni escuchaba música en directo. Tras un día de superación y valentía, la vuelta a casa es emotiva: «Es lo más bonito que he visto en años», sentencian. No todos los pacientes de Neumología del Hospital Infanta Sofía sufren de insuficiencia respiratoria por la misma razón. A algunos, años y años de tabaquismo les provocaron una enfermedad pulmonar obstructiva crónica ( EPOC ). Otros han heredado alguna patología de este tipo, o la tienen por haber inhalado en su oficio partículas que hoy están prohibidas. Para algunos, sentarse es suficiente para recuperar el aliento, pero, para otros, la oxigenoterapia es la única solución. No obstante, lo que comparten todos es la reticencia a salir por la puerta de sus casas, el miedo a que su oxigenador portátil se quede sin batería y tengan los segundos contados para encontrar un respirador. Hay quienes apenas salen ya porque cruzar el portal supone una odisea de peligros. La jefa de Neumología del hospital, la doctora Maite Ramírez, cuenta que «el enfermo respiratorio es el gran desconocido para la sociedad». Muchos pacientes terminaron desenchufando su respirador por los insultos de sus vecinos o, incluso, sus propios familiares: «Quita la máquina, que hace mucho ruido», decían las notas que les dejaban en la puerta. «Desde el hospital hemos firmado informes para que sus comunidades pongan ascensores que soporten sus equipos de asistencia, porque no salen de casa si no», añade Ramírez. Por eso, por tercer año consecutivo, el Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes) ha roto esta barrera y ha llevado, arropados por diez profesionales, a veinte pacientes que sufren enfermedades respiratorias graves a un gran espectáculo de la capital, esta vez ‘WAH’, en Ifema.Noticia Relacionada Hospital Niño Jesús de Madrid estandar Si En el centro referente en cuidados paliativos para niños: «Sin la atención 24/7 no sé si mi hijo seguiría vivo» Elena CalvoMédicos y enfermos son conscientes de que todo en este viaje puede suponerles un problema: subir al autobús, el ruido, la multitud, la falta de enchufes para cargar sus respiradores… Pero para Jesús, paciente de EPOC, eso no es excusa. Acude en traje porque sabe que hoy es un día especial: «Estaba por no venir, pero sé que debo hacerlo, porque igual dentro de un mes no puedo, puesto que la semana que viene me confirman la fecha de mi trasplante». En la sala de espera, Jesús cuenta que hace unas semanas no pudo desplazarse, por la enfermedad, hasta la jura de bandera de su hijo, que se convertía en guardia civil. A cambio, recuerda emocionado, «replicamos el acto izando la bandera que tenemos en casa».Ya de camino al autobús, Chelo, de 62 años, que llegó a fumar hasta tres paquetes al día, relata cómo la llegada del Covid-19 paradójicamente le salvó la vida: «Durante la pandemia, en la Seguridad Social se debieron de dar cuenta de que me moría fijo, y tras pasar por el tribunal me dieron la incapacidad. Llevaba trabajando desde los 14 y he tenido que parar. Ahora, cuando andamos por la calle, mi marido se para en todos los escaparates para que yo pueda respirar». En el espectáculo WAH, en Ifema Hospital Infanta SofíaEn un día como este, en que se enfrentan a un gran miedo, la situación es más llevadera para quienes cuentan con la presencia de sus familiares. Aquellos que ya no tienen quien les acompañe se apoyan entre ellos. Las dudas sobre si entrar o no al vehículo persisten hasta el último instante, y las comprobaciones de las baterías de las máquinas portátiles son minuciosas. De camino a Ifema, se bromea: «Habrá una mesa con canapés, una con bebidas y otra con oxígeno». Al llegar, el vehículo no puede parar en la puerta, lo cual significa andar unos pasos, otro obstáculo añadido.Dentro de ‘WAH’ y antes del espectáculo, los pacientes se hacen fotos con los extravagantes personajes del lugar. De todos modos, tardan pocos minutos en sentarse, puesto que para ellos cada segundo andando, o incluso de pie, se nota mucho. Pero, tras unos cuantos «Id, que luego voy yo», fruto de los nervios, a las 21.30 horas se enciende el escenario. El sector Infanta Sofía está ubicado en primera fila, y observa, con una mezcla de extrañeza y admiración, cómo unos rockeros versionan ‘Gladiator’ y un coro afro hace lo propio con ‘La la land’. El ‘show’ es una euforia constante, y los pacientes lo valoran y se rompen las manos aplaudiendo. Algunos, los que pueden, se animan incluso a bailar. Algunas complicacionesOcurren durante la función algunos problemas aislados: hay que mover de sitio a un paciente por el fuerte aire acondicionado, y aparece en escena un elemento inesperado, el humo , que no hace ningún bien a los enfermos: «Ha sido cuando peor lo he pasado», confiesan. Entre coreografías, los médicos aprovechan para revisar la batería del respirador portátil que guardan algunos pacientes entre las piernas.Al final del acto, todo son agradecimientos por todo lo vivido. Cómo explicar la emoción de quien hacía años que no pisaba un pabellón de espectáculos ni escuchaba música en directo. Tras un día de superación y valentía, la vuelta a casa es emotiva: «Es lo más bonito que he visto en años», sentencian. RSS de noticias de espana
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