Se agota julio, y con él se diluye la idea de ese verano tranquilo que, durante décadas, marcaba una tregua en la vida pública y ofrecía un respiro al ciudadano. Aquellos días en los que las portadas abrían con el Tour de Francia, los fichajes deportivos o los torneos veraniegos de baloncesto y fútbol parecen lejanos. Era un tiempo de montaña, de playa y de lectura pausada. Un tiempo para desacelerar.Sin embargo, este año el verano ha decidido no dar tregua. La actualidad política, nacional e internacional, mantiene un ritmo frenético que impide cualquier desconexión. La agenda informativa no se ha reducido. Al contrario, parece haberse intensificado. Desde una cumbre presidencial en Chile hasta la enigmática visita de Donald Trump a Escocia, que algunos interpretan como un gesto de apoyo al independentismo, pasando por los conflictos enquistados en Ucrania y Oriente Próximo y la tragedia humanitaria en Gaza. Las noticias graves copan los titulares.Entre tanta tensión, se cuelan como de costumbre las imágenes intrascendentes de las vacaciones de famosos, anécdotas veraniegas o los incendios forestales, que ya forman parte del paisaje estival. Pero incluso estos respiros superficiales conviven con una sensación de inestabilidad que lo impregna todo.En España, la política no se toma descanso. Desde Bruselas nos llegan reproches hacia el Gobierno, amplificados por la oposición; el problema de la vivienda que alcanza a todas las capas de la población y en todas las capitales de provincia, salvo quizás en la España vaciada. A ello se suman los ya crónicos problemas de movilidad: aeropuertos saturados, trenes con incidencias, carreteras colapsadas… aunque, por ahora, los puertos marítimos resisten. Y mientras tanto, los partidos preparan el terreno para unas elecciones generales con fecha incierta, o se envuelven en polémicas, como la reciente decisión del presidente de Castilla y León de convocar los comicios autonómicos para marzo. Todo se mueve. Todo está en disputa.Noticia Relacionada un tiempo propio opinion Si Hora de hacer Política, con mayúsculas Salvador Rus Rufino España necesita recuperar el espíritu de la gran política. Aquella que piensa más en las próximas generaciones que en eleccionesEn medio de este panorama convulso, emerge un fenómeno curioso: los festivales de música. Lejos de ser una nota al pie, ocupan titulares casi a diario. Decenas de eventos musicales, repartidos por toda la geografía, reúnen multitudes y se consolidan como el gran rito del verano contemporáneo. Un joven podría pasar julio y agosto de festival en festival sin aburrirse, todos los días algo nuevo. Esto era impensable hace apenas una generación.Y, sin embargo, el regreso a la rutina nos espera a la vuelta de la esquina. El otoño nos devolverá a lo cotidiano, a la vida de cada día que se extiende durante la mayor parte del año. Una vida sencilla, sí, pero que solo se vuelve habitable si se nutre de creatividad, de entusiasmo y, por qué no, de una buena dosis de humor. Porque si perdemos la capacidad de vivir con alegría la rutina, si dejamos de enriquecer lo cotidiano, corremos el riesgo de que la vida misma se nos vuelva insoportable.Quizá ese sea el reto tras este verano diferente: no solo resistir el ruido constante del presente, sino aprender a vivir mejor cuando llegue el silencio. Se agota julio, y con él se diluye la idea de ese verano tranquilo que, durante décadas, marcaba una tregua en la vida pública y ofrecía un respiro al ciudadano. Aquellos días en los que las portadas abrían con el Tour de Francia, los fichajes deportivos o los torneos veraniegos de baloncesto y fútbol parecen lejanos. Era un tiempo de montaña, de playa y de lectura pausada. Un tiempo para desacelerar.Sin embargo, este año el verano ha decidido no dar tregua. La actualidad política, nacional e internacional, mantiene un ritmo frenético que impide cualquier desconexión. La agenda informativa no se ha reducido. Al contrario, parece haberse intensificado. Desde una cumbre presidencial en Chile hasta la enigmática visita de Donald Trump a Escocia, que algunos interpretan como un gesto de apoyo al independentismo, pasando por los conflictos enquistados en Ucrania y Oriente Próximo y la tragedia humanitaria en Gaza. Las noticias graves copan los titulares.Entre tanta tensión, se cuelan como de costumbre las imágenes intrascendentes de las vacaciones de famosos, anécdotas veraniegas o los incendios forestales, que ya forman parte del paisaje estival. Pero incluso estos respiros superficiales conviven con una sensación de inestabilidad que lo impregna todo.En España, la política no se toma descanso. Desde Bruselas nos llegan reproches hacia el Gobierno, amplificados por la oposición; el problema de la vivienda que alcanza a todas las capas de la población y en todas las capitales de provincia, salvo quizás en la España vaciada. A ello se suman los ya crónicos problemas de movilidad: aeropuertos saturados, trenes con incidencias, carreteras colapsadas… aunque, por ahora, los puertos marítimos resisten. Y mientras tanto, los partidos preparan el terreno para unas elecciones generales con fecha incierta, o se envuelven en polémicas, como la reciente decisión del presidente de Castilla y León de convocar los comicios autonómicos para marzo. Todo se mueve. Todo está en disputa.Noticia Relacionada un tiempo propio opinion Si Hora de hacer Política, con mayúsculas Salvador Rus Rufino España necesita recuperar el espíritu de la gran política. Aquella que piensa más en las próximas generaciones que en eleccionesEn medio de este panorama convulso, emerge un fenómeno curioso: los festivales de música. Lejos de ser una nota al pie, ocupan titulares casi a diario. Decenas de eventos musicales, repartidos por toda la geografía, reúnen multitudes y se consolidan como el gran rito del verano contemporáneo. Un joven podría pasar julio y agosto de festival en festival sin aburrirse, todos los días algo nuevo. Esto era impensable hace apenas una generación.Y, sin embargo, el regreso a la rutina nos espera a la vuelta de la esquina. El otoño nos devolverá a lo cotidiano, a la vida de cada día que se extiende durante la mayor parte del año. Una vida sencilla, sí, pero que solo se vuelve habitable si se nutre de creatividad, de entusiasmo y, por qué no, de una buena dosis de humor. Porque si perdemos la capacidad de vivir con alegría la rutina, si dejamos de enriquecer lo cotidiano, corremos el riesgo de que la vida misma se nos vuelva insoportable.Quizá ese sea el reto tras este verano diferente: no solo resistir el ruido constante del presente, sino aprender a vivir mejor cuando llegue el silencio. Se agota julio, y con él se diluye la idea de ese verano tranquilo que, durante décadas, marcaba una tregua en la vida pública y ofrecía un respiro al ciudadano. Aquellos días en los que las portadas abrían con el Tour de Francia, los fichajes deportivos o los torneos veraniegos de baloncesto y fútbol parecen lejanos. Era un tiempo de montaña, de playa y de lectura pausada. Un tiempo para desacelerar.Sin embargo, este año el verano ha decidido no dar tregua. La actualidad política, nacional e internacional, mantiene un ritmo frenético que impide cualquier desconexión. La agenda informativa no se ha reducido. Al contrario, parece haberse intensificado. Desde una cumbre presidencial en Chile hasta la enigmática visita de Donald Trump a Escocia, que algunos interpretan como un gesto de apoyo al independentismo, pasando por los conflictos enquistados en Ucrania y Oriente Próximo y la tragedia humanitaria en Gaza. Las noticias graves copan los titulares.Entre tanta tensión, se cuelan como de costumbre las imágenes intrascendentes de las vacaciones de famosos, anécdotas veraniegas o los incendios forestales, que ya forman parte del paisaje estival. Pero incluso estos respiros superficiales conviven con una sensación de inestabilidad que lo impregna todo.En España, la política no se toma descanso. Desde Bruselas nos llegan reproches hacia el Gobierno, amplificados por la oposición; el problema de la vivienda que alcanza a todas las capas de la población y en todas las capitales de provincia, salvo quizás en la España vaciada. A ello se suman los ya crónicos problemas de movilidad: aeropuertos saturados, trenes con incidencias, carreteras colapsadas… aunque, por ahora, los puertos marítimos resisten. Y mientras tanto, los partidos preparan el terreno para unas elecciones generales con fecha incierta, o se envuelven en polémicas, como la reciente decisión del presidente de Castilla y León de convocar los comicios autonómicos para marzo. Todo se mueve. Todo está en disputa.Noticia Relacionada un tiempo propio opinion Si Hora de hacer Política, con mayúsculas Salvador Rus Rufino España necesita recuperar el espíritu de la gran política. Aquella que piensa más en las próximas generaciones que en eleccionesEn medio de este panorama convulso, emerge un fenómeno curioso: los festivales de música. Lejos de ser una nota al pie, ocupan titulares casi a diario. Decenas de eventos musicales, repartidos por toda la geografía, reúnen multitudes y se consolidan como el gran rito del verano contemporáneo. Un joven podría pasar julio y agosto de festival en festival sin aburrirse, todos los días algo nuevo. Esto era impensable hace apenas una generación.Y, sin embargo, el regreso a la rutina nos espera a la vuelta de la esquina. El otoño nos devolverá a lo cotidiano, a la vida de cada día que se extiende durante la mayor parte del año. Una vida sencilla, sí, pero que solo se vuelve habitable si se nutre de creatividad, de entusiasmo y, por qué no, de una buena dosis de humor. Porque si perdemos la capacidad de vivir con alegría la rutina, si dejamos de enriquecer lo cotidiano, corremos el riesgo de que la vida misma se nos vuelva insoportable.Quizá ese sea el reto tras este verano diferente: no solo resistir el ruido constante del presente, sino aprender a vivir mejor cuando llegue el silencio. RSS de noticias de espana
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