Faltaba un mes para las elecciones generales de España en 2023 y yo acababa de cumplir dos años viviendo en este país. Mi migración, podría decirse, no fue voluntaria. Por mi oficio periodístico recibí amenazas en Colombia y Reporteros Sin Fronteras me ayudó a salir de allí y a buscar refugio en Madrid. Así aterricé en Europa y, con relativa suerte, empecé a adaptarme al escenario español, famoso no precisamente por ser amable con el migrante. Pero, como dije, lo llevaba bien. Hasta ese junio de 2023, cuando dos hombres desconocidos, en dos lugares distintos y con 15 días de diferencia, al escuchar mi acento, me gritaron “sudaka”. Uno, borracho, agregó: “Como me digas algo te parto la cara”; el otro, sobrio, me exigió devolverme a mi país. Ambas situaciones me lastimaron, pero la herida real vino después. Cuando conté los hechos a diferentes amigas españolas, visiblemente angustiadas por mí y después de lamentar mi experiencia, casi todas repitieron la misma frase: “Pero tan raro, si tú no pareces latina”.
Nuestras historias son diferentes, pero son la misma, la historia de resistencia de nuestros territorios asolados por la violencia racista, clasista, militar y patriarcal; de allí venimos, por eso sabemos qué hay que hacer para aguantar
Faltaba un mes para las elecciones generales de España en 2023 y yo acababa de cumplir dos años viviendo en este país. Mi migración, podría decirse, no fue voluntaria. Por mi oficio periodístico recibí amenazas en Colombia y Reporteros Sin Fronteras me ayudó a salir de allí y a buscar refugio en Madrid. Así aterricé en Europa y, con relativa suerte, empecé a adaptarme al escenario español, famoso no precisamente por ser amable con el migrante. Pero, como dije, lo llevaba bien. Hasta ese junio de 2023, cuando dos hombres desconocidos, en dos lugares distintos y con 15 días de diferencia, al escuchar mi acento, me gritaron “sudaka”. Uno, borracho, agregó: “Como me digas algo te parto la cara”; el otro, sobrio, me exigió devolverme a mi país. Ambas situaciones me lastimaron, pero la herida real vino después. Cuando conté los hechos a diferentes amigas españolas, visiblemente angustiadas por mí y después de lamentar mi experiencia, casi todas repitieron la misma frase: “Pero tan raro, si tú no pareces latina”.
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