LAS vacaciones del columnista no consisten en dejar de escribir, sino en dejarse llevar por el estilo y no por el argumento. «Que las olas me traigan y las olas me lleven,/ y que jamás me obliguen el camino a elegir». Eso le parece a uno, que lleva en este oficio tantos años como las olas. – ¿De qué escribimos hoy, Jeeves? – De nada importante, señor, pero con estilo. El estilo es el argumento, como sabe el señor. – ¿Puede darme un buen argumento para un artículo de periódico? – Un abajofirmante andaluz, adorador de Pedro Sánchez, se suicida en un mitin de la ministra de Hacienda. Ponga usted el resto. El resto es el estilo. El argumento no vale nada. Y a esperar que llegue septiembre, que en eso consiste el mes de agosto, en que todas las cosas pueden esperar hasta septiembre. No serían tan importantes. Los más antiguos en esto de no dejar huella literaria -una raya en el agua hemos aprendido que el columnista escribe, ante todo, para sí mismo, que es con quien debe ser exigente y no emplear una palabra por otra, porque no es lo mismo, aunque se entienda. Las palabras no son intercambiables. Con suerte, y sin entusiasmo, nos leerán también algún familiar compasivo y algún lector desocupado. En el afortunado caso de uno, lo lee, además, el gran Ganimedes, que estás en los cielos, tan injustificadamente generoso en el elogio. Que Dios se lo pague y no permita que me abandone, para poder alegarlo como mérito en el Juicio Final. El caso es que este artículo, que no trata de Pedro Sánchez, va tomando cuerpo, y llegará a término sin un propósito definido. Lo mejor es no escribir con un propósito definido y dejarse llevar por las olas. Los propósitos definidos conducen a Soto del Real , donde conviven hombres que sabían lo que querían antes de entrar. Ahora, su único propósito definido es salir cuanto antes. La tragedia de Pedro Sánchez, de quien no trata este artículo, es que sabe muy bien lo que quiere, y eso hay que pagarlo. Ahora le toca pagar a él, después de habérnoslo hecho pagar a nosotros, que no teníamos más culpa que nuestra desidia.Va a empezar agosto, y los ministros seguirán sesteando al sol que más calienta desde e l Falcon . A Córdoba le pasará lo mismo que en agosto del año pasado, que se quedará sola, aunque no triste. Nosotros nos amontonaremos en los chiringuitos de costumbre, intentando olvidar la pura pena de no saber por qué. Ya la recuperaremos en septiembre. Quizá a alguno le llegue la última ola, que ya no lo traerá. Y ahora que se acaba, es duro tener que admitir que este artículo no lo ha elegido uno. Se ha ido imponiendo a mi voluntad, línea a línea. Cuando termine agosto, veremos adónde han llevado las olas esta columna. LAS vacaciones del columnista no consisten en dejar de escribir, sino en dejarse llevar por el estilo y no por el argumento. «Que las olas me traigan y las olas me lleven,/ y que jamás me obliguen el camino a elegir». Eso le parece a uno, que lleva en este oficio tantos años como las olas. – ¿De qué escribimos hoy, Jeeves? – De nada importante, señor, pero con estilo. El estilo es el argumento, como sabe el señor. – ¿Puede darme un buen argumento para un artículo de periódico? – Un abajofirmante andaluz, adorador de Pedro Sánchez, se suicida en un mitin de la ministra de Hacienda. Ponga usted el resto. El resto es el estilo. El argumento no vale nada. Y a esperar que llegue septiembre, que en eso consiste el mes de agosto, en que todas las cosas pueden esperar hasta septiembre. No serían tan importantes. Los más antiguos en esto de no dejar huella literaria -una raya en el agua hemos aprendido que el columnista escribe, ante todo, para sí mismo, que es con quien debe ser exigente y no emplear una palabra por otra, porque no es lo mismo, aunque se entienda. Las palabras no son intercambiables. Con suerte, y sin entusiasmo, nos leerán también algún familiar compasivo y algún lector desocupado. En el afortunado caso de uno, lo lee, además, el gran Ganimedes, que estás en los cielos, tan injustificadamente generoso en el elogio. Que Dios se lo pague y no permita que me abandone, para poder alegarlo como mérito en el Juicio Final. El caso es que este artículo, que no trata de Pedro Sánchez, va tomando cuerpo, y llegará a término sin un propósito definido. Lo mejor es no escribir con un propósito definido y dejarse llevar por las olas. Los propósitos definidos conducen a Soto del Real , donde conviven hombres que sabían lo que querían antes de entrar. Ahora, su único propósito definido es salir cuanto antes. La tragedia de Pedro Sánchez, de quien no trata este artículo, es que sabe muy bien lo que quiere, y eso hay que pagarlo. Ahora le toca pagar a él, después de habérnoslo hecho pagar a nosotros, que no teníamos más culpa que nuestra desidia.Va a empezar agosto, y los ministros seguirán sesteando al sol que más calienta desde e l Falcon . A Córdoba le pasará lo mismo que en agosto del año pasado, que se quedará sola, aunque no triste. Nosotros nos amontonaremos en los chiringuitos de costumbre, intentando olvidar la pura pena de no saber por qué. Ya la recuperaremos en septiembre. Quizá a alguno le llegue la última ola, que ya no lo traerá. Y ahora que se acaba, es duro tener que admitir que este artículo no lo ha elegido uno. Se ha ido imponiendo a mi voluntad, línea a línea. Cuando termine agosto, veremos adónde han llevado las olas esta columna. LAS vacaciones del columnista no consisten en dejar de escribir, sino en dejarse llevar por el estilo y no por el argumento. «Que las olas me traigan y las olas me lleven,/ y que jamás me obliguen el camino a elegir». Eso le parece a uno, que lleva en este oficio tantos años como las olas. – ¿De qué escribimos hoy, Jeeves? – De nada importante, señor, pero con estilo. El estilo es el argumento, como sabe el señor. – ¿Puede darme un buen argumento para un artículo de periódico? – Un abajofirmante andaluz, adorador de Pedro Sánchez, se suicida en un mitin de la ministra de Hacienda. Ponga usted el resto. El resto es el estilo. El argumento no vale nada. Y a esperar que llegue septiembre, que en eso consiste el mes de agosto, en que todas las cosas pueden esperar hasta septiembre. No serían tan importantes. Los más antiguos en esto de no dejar huella literaria -una raya en el agua hemos aprendido que el columnista escribe, ante todo, para sí mismo, que es con quien debe ser exigente y no emplear una palabra por otra, porque no es lo mismo, aunque se entienda. Las palabras no son intercambiables. Con suerte, y sin entusiasmo, nos leerán también algún familiar compasivo y algún lector desocupado. En el afortunado caso de uno, lo lee, además, el gran Ganimedes, que estás en los cielos, tan injustificadamente generoso en el elogio. Que Dios se lo pague y no permita que me abandone, para poder alegarlo como mérito en el Juicio Final. El caso es que este artículo, que no trata de Pedro Sánchez, va tomando cuerpo, y llegará a término sin un propósito definido. Lo mejor es no escribir con un propósito definido y dejarse llevar por las olas. Los propósitos definidos conducen a Soto del Real , donde conviven hombres que sabían lo que querían antes de entrar. Ahora, su único propósito definido es salir cuanto antes. La tragedia de Pedro Sánchez, de quien no trata este artículo, es que sabe muy bien lo que quiere, y eso hay que pagarlo. Ahora le toca pagar a él, después de habérnoslo hecho pagar a nosotros, que no teníamos más culpa que nuestra desidia.Va a empezar agosto, y los ministros seguirán sesteando al sol que más calienta desde e l Falcon . A Córdoba le pasará lo mismo que en agosto del año pasado, que se quedará sola, aunque no triste. Nosotros nos amontonaremos en los chiringuitos de costumbre, intentando olvidar la pura pena de no saber por qué. Ya la recuperaremos en septiembre. Quizá a alguno le llegue la última ola, que ya no lo traerá. Y ahora que se acaba, es duro tener que admitir que este artículo no lo ha elegido uno. Se ha ido imponiendo a mi voluntad, línea a línea. Cuando termine agosto, veremos adónde han llevado las olas esta columna. RSS de noticias de espana/andalucia
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