Yo nunca pensé que iría a Bangkok ni me sentía atraído en general por Asia, quizá por miedo, quizá por incultura. También un cierto sentimiento de supremacismo europeo, eso sin duda. Pero un querido e insistente amigo nos ha invitado unos días a mi hija y a mí y la realidad y ya nunca más podré decir lo que decía .En el Four Seasons de Bangkok nos reciben y acogen en su singular y delicada ceremonia del trato. Los volúmenes son palaciegos, enormes, solemnes , pero hay sobriedad en la arquitectura y finura en el interiorismo, de modo que la estructura no cae sobre ti para recordarte tu insignificancia sino que te recoge, te eleva, te hace sentir importante. Deslumbra con el espacio, seduce con el detalle, nunca estridente este Four Seasons que no podría darse en Europa ni en los Estados Unidos, donde el lujo es tacaño y nadie quiere trabajar. La habitación con vistas al río parece un escenario cuando se abren las cortinas y el largo ventanal te muestra la ciudad, toda puesta para ser mirada. Los restaurantes, Baan Tepa y sobre todo Sorn; el bar mexicano de nuestro hotel, espléndido BKK Social, y el mítico Bamboo en el Mandarin.Noticia Relacionada Un verano perdido estandar Si En un festival patrocinado: rebeldes que primero cobran Salvador Sostres «Yo podría ser feminista, de izquierdas, propalestino como tú. ¿No crees que me iría mejor?»Mi amigo viaja con toda su familia, lo hace siempre, no sólo este verano. Está también su abuela de 93 años, frágil en su edad, pero de gran personalidad y conversación inteligente y una sorprendente actividad y, aunque todos la queremos mucho , es locura lo que tiene por ella mi amigo. Hemos desayunado. Y camino del ‘kids club’ del hotel con sus bisnietas, no ve el último peldaño de las escaleras, y el diagnóstico en el hospital tras la radiografía es que se ha roto el fémur y la operación es al día siguiente.Mi amigo se angustia por su abuela, por qué va hacer con el resto de su familia y también por no poder acompañarnos a todo lo que con tanta ilusión había planeado. Pero tras el disgusto inicial las noticias van mejorando, la operación es un éxito y la recuperación mucho más rápida de lo que podía esperarse en una señora de su edad.Hemos suspendido los planes y ahora estamos en el hospital y la abuela, muy guerrera toda su vida, dura, trabajadora, obrera de Sabadell , le dice a mi hija que se siente abrumada porque esté allí en lugar de andar visitando la ciudad y mi hija le responde -sin que hubiéramos hablado de ello antes- que lo mejor de esta ciudad es que nos ha regalado el lujo de poder estar con ella en estos doloridos momentos: por ella, porque es la abuela de nuestro amigo y porque cerca o lejos lo que nos pasa sólo es significativo, si nos permite recordar qué somos y a quién queremos: « Yo aquí no habría venido sin mi padre, mi padre no habría venido sin tu nieto , y esto es decir mucho de lo que realmente importa. Y si mi padre y yo hubiéramos estado en Barcelona cuando nos hubiéramos enterado del daño que te hiciste, lo primero que nos habríamos dicho es que daríamos todo por estar en Bangkok con Alejandro y su abuela. ¿Lo ves? Esto es el lujo, que no tenemos que decirlo porque aquí estamos». Y es verdad que este primer Bangkok lo recordaremos ligado a la abuela de Alejandro: y cuando se recupere plenamente explicaremos historias de lo valiente que fue y de cómo los médicos tailandeses -por cierto, sobresalientes y con unos recursos y despliegue que ya querríamos en España- quedaron fascinados por su fortaleza y capacidad de reacción. Así estamos viviendo Bangkok y así agradeceremos haberlo vivido, y precisamente por el percance de la abuela de Alejandro, llevaremos Bangkok siempre muy adentro, donde guardamos lo que nos gustó de cómo fuimos e hicimos. Y contaremos a nuestros amigos, con mucho más detalle y entusiasmo que las fotografías de parques y templos, que una familia unida, unos por la sangre, otros por el sentimiento, dimos la vuelta a la desgracia hasta convertirla en compañía , en curación, en júbilo por haber solventado juntos un desafío y este parecía todo menos fácil al principio.Cada ciudad importante nos cambia y siempre es una sorpresa cómo va hacerlo. Bangkok tenía muchas formas de impresionarme y en todas lo ha hecho. Pero mostrar de qué estoy hecho, esto sí que no lo esperaba, y me ha ganado. Volvemos al hotel tan contentos de la abuela recuperada que hasta el Four Season de Bangkok, el mejor hotel de Asia, parece inclinarse como el imperio ante sus soldados que regresan de la guerra y ha vencido. Yo nunca pensé que iría a Bangkok ni me sentía atraído en general por Asia, quizá por miedo, quizá por incultura. También un cierto sentimiento de supremacismo europeo, eso sin duda. Pero un querido e insistente amigo nos ha invitado unos días a mi hija y a mí y la realidad y ya nunca más podré decir lo que decía .En el Four Seasons de Bangkok nos reciben y acogen en su singular y delicada ceremonia del trato. Los volúmenes son palaciegos, enormes, solemnes , pero hay sobriedad en la arquitectura y finura en el interiorismo, de modo que la estructura no cae sobre ti para recordarte tu insignificancia sino que te recoge, te eleva, te hace sentir importante. Deslumbra con el espacio, seduce con el detalle, nunca estridente este Four Seasons que no podría darse en Europa ni en los Estados Unidos, donde el lujo es tacaño y nadie quiere trabajar. La habitación con vistas al río parece un escenario cuando se abren las cortinas y el largo ventanal te muestra la ciudad, toda puesta para ser mirada. Los restaurantes, Baan Tepa y sobre todo Sorn; el bar mexicano de nuestro hotel, espléndido BKK Social, y el mítico Bamboo en el Mandarin.Noticia Relacionada Un verano perdido estandar Si En un festival patrocinado: rebeldes que primero cobran Salvador Sostres «Yo podría ser feminista, de izquierdas, propalestino como tú. ¿No crees que me iría mejor?»Mi amigo viaja con toda su familia, lo hace siempre, no sólo este verano. Está también su abuela de 93 años, frágil en su edad, pero de gran personalidad y conversación inteligente y una sorprendente actividad y, aunque todos la queremos mucho , es locura lo que tiene por ella mi amigo. Hemos desayunado. Y camino del ‘kids club’ del hotel con sus bisnietas, no ve el último peldaño de las escaleras, y el diagnóstico en el hospital tras la radiografía es que se ha roto el fémur y la operación es al día siguiente.Mi amigo se angustia por su abuela, por qué va hacer con el resto de su familia y también por no poder acompañarnos a todo lo que con tanta ilusión había planeado. Pero tras el disgusto inicial las noticias van mejorando, la operación es un éxito y la recuperación mucho más rápida de lo que podía esperarse en una señora de su edad.Hemos suspendido los planes y ahora estamos en el hospital y la abuela, muy guerrera toda su vida, dura, trabajadora, obrera de Sabadell , le dice a mi hija que se siente abrumada porque esté allí en lugar de andar visitando la ciudad y mi hija le responde -sin que hubiéramos hablado de ello antes- que lo mejor de esta ciudad es que nos ha regalado el lujo de poder estar con ella en estos doloridos momentos: por ella, porque es la abuela de nuestro amigo y porque cerca o lejos lo que nos pasa sólo es significativo, si nos permite recordar qué somos y a quién queremos: « Yo aquí no habría venido sin mi padre, mi padre no habría venido sin tu nieto , y esto es decir mucho de lo que realmente importa. Y si mi padre y yo hubiéramos estado en Barcelona cuando nos hubiéramos enterado del daño que te hiciste, lo primero que nos habríamos dicho es que daríamos todo por estar en Bangkok con Alejandro y su abuela. ¿Lo ves? Esto es el lujo, que no tenemos que decirlo porque aquí estamos». Y es verdad que este primer Bangkok lo recordaremos ligado a la abuela de Alejandro: y cuando se recupere plenamente explicaremos historias de lo valiente que fue y de cómo los médicos tailandeses -por cierto, sobresalientes y con unos recursos y despliegue que ya querríamos en España- quedaron fascinados por su fortaleza y capacidad de reacción. Así estamos viviendo Bangkok y así agradeceremos haberlo vivido, y precisamente por el percance de la abuela de Alejandro, llevaremos Bangkok siempre muy adentro, donde guardamos lo que nos gustó de cómo fuimos e hicimos. Y contaremos a nuestros amigos, con mucho más detalle y entusiasmo que las fotografías de parques y templos, que una familia unida, unos por la sangre, otros por el sentimiento, dimos la vuelta a la desgracia hasta convertirla en compañía , en curación, en júbilo por haber solventado juntos un desafío y este parecía todo menos fácil al principio.Cada ciudad importante nos cambia y siempre es una sorpresa cómo va hacerlo. Bangkok tenía muchas formas de impresionarme y en todas lo ha hecho. Pero mostrar de qué estoy hecho, esto sí que no lo esperaba, y me ha ganado. Volvemos al hotel tan contentos de la abuela recuperada que hasta el Four Season de Bangkok, el mejor hotel de Asia, parece inclinarse como el imperio ante sus soldados que regresan de la guerra y ha vencido. Yo nunca pensé que iría a Bangkok ni me sentía atraído en general por Asia, quizá por miedo, quizá por incultura. También un cierto sentimiento de supremacismo europeo, eso sin duda. Pero un querido e insistente amigo nos ha invitado unos días a mi hija y a mí y la realidad y ya nunca más podré decir lo que decía .En el Four Seasons de Bangkok nos reciben y acogen en su singular y delicada ceremonia del trato. Los volúmenes son palaciegos, enormes, solemnes , pero hay sobriedad en la arquitectura y finura en el interiorismo, de modo que la estructura no cae sobre ti para recordarte tu insignificancia sino que te recoge, te eleva, te hace sentir importante. Deslumbra con el espacio, seduce con el detalle, nunca estridente este Four Seasons que no podría darse en Europa ni en los Estados Unidos, donde el lujo es tacaño y nadie quiere trabajar. La habitación con vistas al río parece un escenario cuando se abren las cortinas y el largo ventanal te muestra la ciudad, toda puesta para ser mirada. Los restaurantes, Baan Tepa y sobre todo Sorn; el bar mexicano de nuestro hotel, espléndido BKK Social, y el mítico Bamboo en el Mandarin.Noticia Relacionada Un verano perdido estandar Si En un festival patrocinado: rebeldes que primero cobran Salvador Sostres «Yo podría ser feminista, de izquierdas, propalestino como tú. ¿No crees que me iría mejor?»Mi amigo viaja con toda su familia, lo hace siempre, no sólo este verano. Está también su abuela de 93 años, frágil en su edad, pero de gran personalidad y conversación inteligente y una sorprendente actividad y, aunque todos la queremos mucho , es locura lo que tiene por ella mi amigo. Hemos desayunado. Y camino del ‘kids club’ del hotel con sus bisnietas, no ve el último peldaño de las escaleras, y el diagnóstico en el hospital tras la radiografía es que se ha roto el fémur y la operación es al día siguiente.Mi amigo se angustia por su abuela, por qué va hacer con el resto de su familia y también por no poder acompañarnos a todo lo que con tanta ilusión había planeado. Pero tras el disgusto inicial las noticias van mejorando, la operación es un éxito y la recuperación mucho más rápida de lo que podía esperarse en una señora de su edad.Hemos suspendido los planes y ahora estamos en el hospital y la abuela, muy guerrera toda su vida, dura, trabajadora, obrera de Sabadell , le dice a mi hija que se siente abrumada porque esté allí en lugar de andar visitando la ciudad y mi hija le responde -sin que hubiéramos hablado de ello antes- que lo mejor de esta ciudad es que nos ha regalado el lujo de poder estar con ella en estos doloridos momentos: por ella, porque es la abuela de nuestro amigo y porque cerca o lejos lo que nos pasa sólo es significativo, si nos permite recordar qué somos y a quién queremos: « Yo aquí no habría venido sin mi padre, mi padre no habría venido sin tu nieto , y esto es decir mucho de lo que realmente importa. Y si mi padre y yo hubiéramos estado en Barcelona cuando nos hubiéramos enterado del daño que te hiciste, lo primero que nos habríamos dicho es que daríamos todo por estar en Bangkok con Alejandro y su abuela. ¿Lo ves? Esto es el lujo, que no tenemos que decirlo porque aquí estamos». Y es verdad que este primer Bangkok lo recordaremos ligado a la abuela de Alejandro: y cuando se recupere plenamente explicaremos historias de lo valiente que fue y de cómo los médicos tailandeses -por cierto, sobresalientes y con unos recursos y despliegue que ya querríamos en España- quedaron fascinados por su fortaleza y capacidad de reacción. Así estamos viviendo Bangkok y así agradeceremos haberlo vivido, y precisamente por el percance de la abuela de Alejandro, llevaremos Bangkok siempre muy adentro, donde guardamos lo que nos gustó de cómo fuimos e hicimos. Y contaremos a nuestros amigos, con mucho más detalle y entusiasmo que las fotografías de parques y templos, que una familia unida, unos por la sangre, otros por el sentimiento, dimos la vuelta a la desgracia hasta convertirla en compañía , en curación, en júbilo por haber solventado juntos un desafío y este parecía todo menos fácil al principio.Cada ciudad importante nos cambia y siempre es una sorpresa cómo va hacerlo. Bangkok tenía muchas formas de impresionarme y en todas lo ha hecho. Pero mostrar de qué estoy hecho, esto sí que no lo esperaba, y me ha ganado. Volvemos al hotel tan contentos de la abuela recuperada que hasta el Four Season de Bangkok, el mejor hotel de Asia, parece inclinarse como el imperio ante sus soldados que regresan de la guerra y ha vencido. RSS de noticias de cultura
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